lunes, 23 de abril de 2012


EL eterno proposito de Dios parte 3

Ungir al Santo de los santos
Ahora nos adentramos con el fin mismo del propósito de Dios ungir al Santo de los santos. Todo lo que Dios ha creado, es el escenario para llegar a este glorioso momento. Cada uno de los acontecimientos proféticos está dirigido a este maravillas suceso.

En la Palabra de Dios encontramos un uso progresivo de la palabra ungir, pero en todos los casos la palabra está relacionada con untar o derramar, principalmente aceite; algunas otras veces se usaba pintura o un perfume.

La primera vez que la acción de ungir aparece en la Biblia, se relata cuando Jacob unta una piedra con aceite (Génesis 28: 18). Este acontecimiento se da en el contexto de una visión que en la noche recibe Jacob, y en esta visión hay dos elementos que tenemos que tener en cuenta para efectos de este estudio, la roca y la escalera.

El texto de Génesis capitulo 28 nos relata que Jacob tomo una pierda y la coloco en su cabecera y se acostó en aquel lugar. Anteriormente habíamos mencionado que Jesucristo es la roca, roca con la cual Dios destruirá los reinos finitos de esta tierra. Aunque Jacob no tenía la menor idea de lo que esa Piedra representaba, damos gracias a Dios que su Palabra nos da las pistas necesarias para nosotros así determinarlo.

Cristo como mi descanso
Cristo como la Roca, debe ser el fundamento donde mis pensamientos y mi mente encuentren pleno descanso y reposo, lo cual traerá como consecuencia lo que aconteció en la vida de Jacob, tendré profundas y maravillosas visiones acerca de Dios y de su propósito. Cristo es la roca sobre la cual el propósito de Dios se edifica, soporta y lleva a cabo. Cuando decidimos apoyar nuestra esperanza en Cristo y descansar en el, ahí mismo empieza un proceso de transformación en nuestras vida, que nos llevara de ser suplantadores a convertirnos en hombres que luchan con Dios y vencen.

Teniendo esa piedra como cabecera, Jacob presencio una gran visión, en la cual veremos diferentes elementos que nos hablan de los designios de Dios. El primer elemento de esta visión es una escalera. Una escalera es un camino que sirve para unir dos lugares que se encuentran separados el uno del otro. A causa de la caída del hombre, este quedo arruinado, separado de Dios, y sin ninguna alternativa para volver hacia su Creador.

La escalera
Leemos en Génesis 3: 24 “Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”. Después de Adán ser expulsado del Edén, no había nada que él pudiera hacer para volver a su Creador, el camino hacia Dios estaba salvaguardado por querubines y una espada que humeaba. Volver a Edén, es tan difícil como que cualquier hombre quisiera subir al cielo (no al firmamento, si no al cielo, la morada y habitación de Dios). ¡Ah, pero que maravillosa visión! Hay una escalera desde la tierra que sube hasta el cielo y Dios está en lo alto de ella.

Adelantémonos unos cuantos miles de años hasta el Capítulo 1 del evangelio de Juan. “De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (Juan1: 51). Jesús en su conversación con Nataniel, trae a memoria lo acontecido a Jacob, porque así como una escalera es para acercar dos lugares que en ausencia de ella no se puede pasar de uno a otro, Cristo es el camino, a través del cual las cosas celestiales de Dios se encuentran con el hombre. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, nadie viene al Padre si no es por mi” (Juan 14: 6).

El lugar santísimo estaba separado por un velo en el cual estaban estampados querubines (Éxodo 26: 31-32). De la misma manera que el camino hacia el Edén estaba obstruido por querubines, acá en el lugar santísimo, la presencia misma de Dios, estaba obstruida por un velo con querubines estampados. El camino al lugar santísimo al igual que al Edén estaba cerrado, para cualquier hombre, solo el Sumo sacerdote tenía la posibilidad de entrar y salir. Este sumo sacerdote es figura de Cristo, ya que él es el único que pude entrar en el Cielo mismo, porque él viene del Cielo (Juan 3:13).

Pero no solamente el sacerdote es tipo de Jesús, lo es también la escalera, porque como ya lo habíamos mencionado él es el Camino “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Hebreos 10: 19-22). A través de su cuerpo que fue rasgado en la Cruz, Cristo nos abrió el camino al lugar santísimo, lo cual fue testificado en el momento mismo de su muerte cuando el velo del templo se rasgo “Mas Jesús, dando una gran voz, expiró. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo” (Marcos 15: 37-38). Ahora la expresión de Pablo “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8: 38-39), tiene total sentido, ya no hay ángeles que se interponga en mi camino hacia Dios, porque ahora tengo un Camino Vivo y Santo a través de la persona de Jesús. El como la Roca, es el fundamento sobre el que se apoya mi relación con Dios.

La roca ungida
Cristo como nuestra Roca, ha sido ungido por el Padre a través del Espíritu Santo, a la vista de muchos testigos en el momento en que fue bautizado por Juan el Bautista. Cristo ha sido ungido como la Roca a través de la cual Dios ha destruido los reinos de este mundo (Daniel 2: 34- 35; 2: 44: 45), los cuales han sido exhibidos públicamente en su Cruz (Colosenses 2: 13-15).

Pero también Cristo es el fundamento sobre el cual mi relación con Dios se soporta (Salmo 95: 1; Efesios 1: 3-14) y sobre el cual la su Iglesia es edificada y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella (Mateo 16: 13-20).

La unción en el servicio levítico
En los libros de Éxodo y levítico, vemos que el uso de la unción va siendo más progresivo. Mientras que en Génesis se había ungido una piedra, en los 2 siguientes libros del pentateuco podemos apreciar que se ungen personas y objetos con el fin de darles una función o uso en particular.

Las personas que eran ungidas en el libro de Éxodo, se ungían con el fin de apartarlos para un oficio en particular, el oficio del sacerdocio (Éxodo 28: 41 y Éxodo 29). El sacerdote tiene a la luz de la Palabra varios oficios. A continuación contemplaremos algunos aspectos tipológicos, los que sean necesarios en relación a este estudio. Para más profundad y detalle sugerimos leer los libros de hermanos preciosos como C.H.M. en su comentario del libro de Éxodo y el libro de Levítico, al igual el que hermano Gino Iafrancesco con su libro “La casa y el Sacerdocio”.

El libro de Malaquías tiene una gruesa profecía referente a la primera venida del Mesías (Malaquías 3: 2-3), el contexto sociocultural en el que se iba a dar su visitación (Malaquías 2), al igual que unos requisitos previos para su venida, como la degradación profunda del sacerdocio levítico (Malaquías 1: 6-14) y la preparación del ambiente religioso y devoto, por parte del profeta Elías (Malaquías 3: 1-3; 4: 5).

Pero este libro también nos muestra que Dios es el más interesado en restaurar las cosas, es por esto que envía a su Santo Hijo “Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores. Y se sentara para finar y limpiar la plata; porque limpiara a los hijos de Leví, los afinara como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia” (Malaquías 3: 2b-3).

Este libro nos habla además de dos de los principales oficios del sacerdote, presentar ofrendas al Señor (Malaquías 1: 7-8) y el oficio de guiar al pueblo en la búsqueda de la sabiduría y el conocimiento de la Ley (Malaquías 2: 7).

Cristo como sumo sacerdote sobre su casa, ha sido completamente fiel a sus responsabilidades, en el sermón del monte, podemos ver la más elevada expresión de sabiduría, no sabiduría humana, ni sabiduría de este siglo, sabiduría de la misma boca de Dios (Mateo 5; 6 y 7). A lo largo de los cuatro evangelios vemos un amplio grupo de personas que con diferentes motivaciones fueron a Jesús, algunos en busca de su sabiduría, otros buscando ocasión de caerle, pero frente a todos el Señor dio un derroche de sabiduría y de Palabras que difícilmente podían ser soportadas. Del Señor, el pueblo busco y hayo la sabiduría.

Un sacerdocio superior
Ahora en lo referente a su oficio de presentar ofrendas, Cristo en cuanto a la herencia, no pertenecía a la tribu de Leví, por lo tanto no podía participar de la mesa de los sacrificios levíticos, ni entrar en el lugar santísimo del templo terrenal, que es figura del celestial. El Señor Jesús en cuanto a la herencia de María pertenecía a una tribu que nada tenía que ver con el sacerdocio levítico, la tribu de Judá.

“Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec” (Salmo 110: 4). “Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible” (Hebreos 7: 11-16). Este texto expresa claramente que Cristo vino a establecer un sacerdocio superior, un sacerdocio que excede las capacidades del sacerdocio levítico, un sacerdocio eterno, un sacerdocio para siempre según el orden de Melquisedec.

En el sacerdocio levítico, se presentaban ofrendas y sacrificios de animales, los cuales era necesario presentar una y otra vez (Hebreos 8: 3; 9: 6-8), “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna” (Hebreos 9: 11-15). A Dios gracias que su Palabra se explica así misma.
Cristo por su origen genealógico, no tenía derecho de acuerdo a la ley levítica, de participar de este sacerdocio, pero de acuerdo a la palabra del Juramento, tenía derecho de entrar en un más amplio y verdadero y tabernáculo, el cual no fue hecho por manos de hombres, si cuyo arquitecto y constructor es Dios, esto es el Cielo mismo, y a diferencia de los sacerdotes levitas que se presentaban con sangre ajena, a causa de los pecados de lo pueblo y los propios, Cristo, se presento con su Sangre, sin relación al pecado, sangre que es santa, perfecta e inmaculada, libre de culpa, para presentar Justo a los que por la fe en él se acercan.

Nuestro Señor fue ungido por el Espíritu Santo a fin de que pudiera oficiar en un mas alto y superior sacerdocio, el sacerdocio eterno, “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” (Hebreos 7: 26-27).

“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4: 1). Tenemos un sumo sacerdote que no ha terminado su oficio, hoy y siempre puede compadecerse de nuestras debilidades y abogar por nosotros ante el Padre y Justificarnos por la fe en él “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” (1 Juan 2: 1).

La unción sobre los reyes
Otro uso que encontramos en la Palabra de Dios para la Unción, es el de apartar hombres con el fin de que sean reyes. Esto es otro aspecto importante que está directamente relacionado con el eterno propósito de Dios.

El pueblo de Israel en medio de su maldad, en ausencia de un sacerdocio que ministrara las cosas santas e instruyera al pueblo en la sabiduría y la ley, carentes de Jueces que juzgaran justamente, y de profetas que hablaran de parte de Dios como lo podemos ver a lo largo del libro de los Jueces e iniciando el libro de Samuel (1 Samuel 2: 12-36), es en medio de esta degradación, que el pueblo de Israel pide rey considerando que los sistemas de gobierno humano pueden resolver las dificultades de la degradación en la que la nación se encuentra (1 Samuel 8 3-8).

El Señor por medio del profeta Samuel advierte las desventajas de hacerse a reyes humanos (1 Samuel 8: 10-17), pero ante tal advertencia, el pueblo insiste en ser como las demás naciones de la tierra y pide a Samuel que les constituya un rey (1 Samuel 8: 19-20).

El libro de Daniel nos muestra que los gobiernos humanos están bajo la influencia de potestades espirituales, bajo la dirección del príncipe de este mundo, como también lo advirtió nuestro Señor Jesús en el evangelio de Juan (Daniel 2; 7; 8; Juan 12: 31; 14: 30).

“Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia” (Daniel 10: 13). En esta visión, el que hablaba con Daniel, le dice que sostuvo oposición por el príncipe de Persia, y que solo Miguel, le ayuda en esa lucha. Esto nos habla de que los gobiernos de este mundo están bajo la influencia de potestades espirituales. Pablo nos advierte “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6: 12).

El pueblo de Israel no tenía la menor idea de lo que estaba pidiendo. De ahí la expresión de Dios a Samuel “…porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” (1 Samuel 8: 7). Es de acuerda a la solicitud del pueblo que Dios les levanta a Saúl (1 Samuel 9; 10), un rey de acuerdo a las características de los reyes humanos, una autoridad incapaz de representar adecuadamente los intereses de Dios (1 Samuel 15: 22).un gobernante que no puede defender a la nación de sus enemigos (1 Samuel 17: 11).

Cuando Adán decidió atender a la voz de la serpiente, negó la veracidad de la Palabra de Dios, y voluntariamente se sometió bajo el gobierno de Satanás al creer que sus palabras eran más veraces que las de Dios. Así mismo el pueblo desecho el gobierno de Dios, y se sometió al gobierno de los hombres, gobiernos que están bajo el dominio de Satanás.

Los gobiernos de los hombres se caracterizan por los deseos egocéntricos de sus gobernantes, por la incapacidad de repartir equitativamente los recursos de las naciones, por la impotencia de garantizar el bienestar general de toda la población, y de concentrar las riquezas en unos pocos, despojando a los más débiles y desamparados. Estas son las características de lo que el demonio hace. “Dijo, pues: Así hará el rey que reinará sobre vosotros: tomará vuestros hijos, y los pondrá en sus carros y en su gente de a caballo, para que corran delante de su carro; y nombrará para sí jefes de miles y jefes de cincuentenas; los pondrá asimismo a que aren sus campos y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros. Tomará también a vuestras hijas para que sean perfumadoras, cocineras y amasadoras. Asimismo tomará lo mejor de vuestras tierras, de vuestras viñas y de vuestros olivares, y los dará a sus siervos. Diezmará vuestro grano y vuestras viñas, para dar a sus oficiales y a sus siervos. Tomará vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores jóvenes, y vuestros asnos, y con ellos hará sus obras. Diezmará también vuestros rebaños, y seréis sus siervos.  Y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá en aquel día” (1 Samuel 8: 11-18).

Dios se encuentra indignado por la manera como este rey, Saúl, ha representado su autoridad, es por esto que el Señor levanta un nuevo rey, no porque la nación lo haya pedido, o esté en desacuerdo con el gobierno de Saúl, si no porque Dios tiene un propósito superior, y en nada aprovecho para este propósito el gobierno de Saúl.

Este nuevo rey es David, y David representa en muchos aspectos el gobierno y la obra de Cristo. El origen de David, en un origen humilde, Dios lo escoge de donde nadie podía interesarse en él, de detrás de las ovejas (1 Samuel 16: 11; Salmo 78: 70-71), de la misma manera es el origen biológico y geográfico de nuestro Señor Jesucristo (Miqueas 5: 2) al igual que el lugar donde el creció (Lucas 2: 29-40). Galilea era una ciudad de personas simples, pecadoras, a quienes los judíos de Jerusalén menospreciaban (Juan 7: 45:52) por su cultura y por no ser tan estrictos en la observancia de las practicas del talmud.

Pero de allí Dios levanto al Mesías y a gran parte de los discípulos de Jesús, para avergonzar la sabiduría de los sabios de este siglo. De la misma manera que Dios me ha elegido a mí, y lo ha elegido a usted, personas simples, sin conocimiento ni capacidades especiales, a fin de que no confiemos en nosotros mismos si no en el Señor. Pero es a nosotros a quien Dios da el privilegio de conocerle y proclamarle entre las gentes (1 Corintios 1: 26-31).

Al Señor ser ungido como rey, Dios está derrotando, poniendo fin a los reinos de este mundo (Salmo 110: 1; Colosenses 2: 15) reinos que están bajo el dominio de las tinieblas (Daniel 10: 13; Juan 12: 31; 14: 30; 16: 11; Efesios 6:12), Cristo con su poderosa humillación en la Cruz, ha deshecho las obras de Satanás (1 Juan 3: 8), ha puesto fin a los efectos del pecado y de la herencia corrupta que teníamos de Adán (1 Corintios 15: 48-49).

“Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos;  A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.  Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4: 16-21).

Esta es una maravillosa coincidencia que nada tiene que ver con las casualidades, si no con el perfecto designio de Dios. El Señor abre el rollo de Isaías y ah sorpresa, un de las mas maravillosas profesáis en relación al Mesías y al propósito de su venida. En este texto el profeta menciona que el Mesías ha venido a hacer algunas cosas en particular, meditemos en cada una de ellas:

Dar buenas nuevas a los pobres: Si consideramos, la gran mayoría de personas en este planeta son pobres ¿y qué podemos decir de los pobres? Son aquellos a los que los sistemas de gobierno humano han dado la espalda, aquellos que no tienen acceso a una alimentación digna, a una buena atención en salud, a buena educación. La gran mayoría de pobres andan en desesperanza, y no tienen donde apoyar su confianza. ¡Pero gracias sean dadas a Dios! Cristo ha venido a dar esperanza a los que no la tienen, a salvar a aquellos por los que nadie se interesa, a darse a sí mismo como el alimento de aquellos que no tienen, a instruir a los que no tienen accesos a los más altos niveles de educación, en los más altos y profundos caminos de la sabiduría, sabiduría que no es de este mundo y a los que no tienen Salud, a sanar y curar todas sus enfermedades. Los pobres que no reciben buenas noticias, si no que pareciera viven de desgracia en desgracias, el Señor ha venido a anunciarles el fin de la opresión de las tinieblas y el traslado al Reino de nuestro amado Jesús.

Sanar a los quebrantados de corazón: ¿Existirá alguna medicina para aquellos que su corazón ha sido quebrantado? Aquellos de quien han abusado física, sexual y emocionalmente, aquellos que han sido abandonados, olvidados, golpeados ¿hay algo que las diferentes formas de medicina puedan hacer? No hay nada que el hombre pueda hacer por aquellos cuyo corazón esta quebrantado, pero Cristo ha venido a traer una sanidad que excede las capacidades de la medicina de punta, una medicina que trata con el corazón herido y frágil, la medicina del amor, de la justicia, la medicina que opera corazones si necesidad de dejar cicatriz en el pecho, medicina que consuela, que alivia que restaura y trae perdón. Si usted es un quebrantado, o conoce a alguno, Cristo ha venido a sanarle, solo hay que acudir al en busca de esa sanidad.
Pregonar libertad a los cautivos: Según el Diccionario del Nuevo Testamento W. E. Vine la palabra Cautivo deriva del gr. aicmalotos (αχμάλωτος, G164), lit., uno tomado por la lanza (de aicme , lanza, y jalotos , adjetivo verbal, de jalonai , ser capturado); de ahí denota a un cautivo (Luc_4:18). Los cautivos son todos aquellos que han sido traspasados por el poder de las tinieblas a través del pecado. El pecado es esa lanza que atravesó al hombre y lo lleva cautivo, preso, lejos de la libertad con que fue creado. La palabra que se traduce como libertad, es afesis (φεσις, G859), remisión, perdón. La libertad en la vida del cristiano está directamente relacionada con el poder del perdón. Dios en Cristo Jesús nos ha perdonado, y por tanto olvidado todos y cada uno de nuestros pecado, cuando aceptamos y proclamamos esta verdad en nuestra vida, los poderes de las tinieblas pierden toda efectividad. En la Cruz del Señor fuimos muertos a la ley del pecado, por ende libres de los poderes del mismo (Romanos 6; 1-14)

Vista a los ciegos: En el momento en que Adán fue expulsado de Edén, este junto con toda la humanidad, entro en un periodo de ceguera, en relación a todas las cosas de la creación celestial, es decir de todas las cosas espirituales. Los sentidos espirituales del hombre quedaron entenebrecidos, nuestro espíritu quedo muerto lo que al Señor se refiere, pero gloria sea dada a Dios por nuestro Señor Jesucristo, el cual se entrego así mismo por nuestros pecados para trasladarnos de la potestad de las tinieblas al reino de su amado hijo (Gálatas 1: 4).

Libertad a los oprimidos: Además del daño hecho al hombre, este trajo serias consecuencias y hemos sido golpeados a través, del pecado, significado literal de la palabra thrauo (θράυω, G2352), la cual es traducida como oprimido. La calamidad del pecado ha quebrantado la imagen de Dios con la cual había sido inicialmente, y desde Set hemos traído la imagen, la semejanza de Adán (Genesis 5: 3) y no la de Dios, pero Cristo, que en la Cruz también fue desfigurado (Isaías 52: 14), pero el Señor a través de engendrar su Espíritu en nosotros por medio de la fe en él, ha quitado la herencia de pecado, de muerte y de maldición, y nos ha dado una nueva vida, una nueva herencia, una nueva imagen, y ha destruido en su cuerpo al que tenía el imperio de la muerte, esto es al diablo (Hebreos 2: 14).

Año agradable del Señor: En miras a manifestar su glorioso poder, el Señor desde los designios dados en Sinaí, nos está dando una perspectiva de lo que es el Año agradable al Señor, en el libro de Levítico capitulo 25 Dios establece como ley perpetua la celebración del año del Jubileo. El año del Jubileo, se celebraba cada cuarenta y nueve años, es decir al año cincuenta, empezando desde la entrada en posesión a la tierra de Canaán, y debía seguir celebrándose cada 49.

Es importante resaltar que esta celebración empezaba el día de la expiación. En este día, Dios se proveía de cordero, con el fin de espiar, es decir, cubrir la iniquidad de Israel con la sangre de victimas inocentes (sangre de animales).

Era por el sacrificio de estas víctimas inocentes y el derramamiento de su sangre, que el Dios Santo y Justo de Israel podía así habitar en medio de su pueblo en lo más secreto del Tabernáculo. Nosotros la hacer memorial de la muerte de nuestro Señor Jesucristo y al participar del Pan y del Vino, anunciamos que en el fueron cargados nuestros pecados y nuestra deuda ha sido saldada.

Era entonces la celebración de la Expiación la que daba inicio a un muy anhelado y esperado año, el año del Jubileo, año en el que las personas que estaban bajo el yugo de la esclavitud, volvían a la libertad, donde los que habían perdido sus tierras o pertenencias, tenían la oportunidad de recuperarlas. Cristo ha venido a proclamar el año del Jubileo, este es el año agradable al Señor, un año donde la tierra dará su fruto y podre comer de ella, donde el yugo de la esclavitud y servidumbre ha sido roto por el poder de su resurrección.
En el Señor hemos sido declarados libres, trasladados de nuestra vana manera de vivir, al Reino eterno del Hijo de Dios.

Estas son las buenas nuevas que deben ser anunciadas, buenas nuevas que dicen al que esta pobre y sin esperanza, que los que esperan en el Señor no tendrán falta de ningún bien, porque si viendo las aves que no siegan ni recogen en graneros, y los lirios del campo que aun ni Salomón se vistió como uno de ellos, cuanto más nuestro Padre que está en los cielos no nos suplirá nuestro alimento y abrigo. Para el de corazón herido y quebrantado, la propuesta de Dios, es hacerle un trasplante de corazón, dotarle con uno nuevo, y dejar asi el viejo corazón herido, aporreado en la cruz. Al que no puede ver la anchura, la altura y la profundidad de la multiforme gracia de Dios, el ha venido a darle vista, para que vea los cielos abiertos, y como sobre el Hijo de Dios, suben y bajan ángeles, para que vea los cielos abiertos. A los que han sido atravesados por el aguijón del pecado y de su mortífero veneno, perdiendo asi la Imagen de Dios en cada uno de nosotros, que Cristo ya fue desfigurado por nuestra causa, y que nos ha provisto de una nueva naturaleza, una nueva herencia, una nueva vida no como la pasada, una vida que no está bajo el gobierno del pecado, si no una incorruptible, una que se renueva de día en día, hasta el conocimiento plena, según la imagen del que lo creo.

Este es un nuevo año, un año de remisión, de perdón, de nuevas oportunidades, con mejores garantías. La vida nueva no consiste en una nueva oportunidad con las mismas debilidades e incapacidades de la herencia de Adán en nosotros, consiste en el poder de la nueva Vida de Cristo en nosotros, donde nada nos hace falta y en el estamos plenamente completos para hacer y cumplir la perfecta voluntad de Dios.

Cristo como nuestro rey, nos anuncia que ahora estamos bajo su gobierno, un gobierno Justo, en el que no se hace acepción de personas, un gobierno inquebrantable, donde todos tenemos accesos a los beneficios de su mandato, donde él ha puesto a nuestro alcance todas las riquezas su reino y donde todos los gobiernos de maldad, muerte, enfermedad e injusticia de este mundo han sido avergonzados y exhibidos públicamente en la crus de nuestro Salvador y Redentor, Jesús el Mesías.

En su primera venida, le vimos como Cordero, como Mesías sufriente (Isaías 53: 7), pero en su segunda venida le veremos cómo León, que reparte despojos y derrota a todos sus enemigos (Isaías 53: 12; Daniel 7: 13-15; Apocalipsis 5: 5).

En la próxima entrega con la ayuda del Señor, veremos el Papel del hombre en el eterno propósito de Dios.

lunes, 9 de abril de 2012


El Eterno proposito de Dios (Segunda Parte)




En este estudio nos ocuparemos de profundizar en cada uno de las cosas que el Señor se ha propuesto hacer durante las setenta semanas de la profecía de Daniel, como el marco en el que se desarrolla el Eterno proposito de Dios. la primera de ellas es:

Terminar la prevaricación
En las dos ocasiones en que la palabra “prevaricación” se menciona en el libro de Daniel,  y de acuerda al Diccionario W. E. Vine, debe ser entendida como el castigo por la transgresión. Dentro de la agenda que Dios se ha colocado para cumplir su propósito, él se ha propuesto poner fin al castigo que viene como resultado de la rebelión.

Dios desde el huerto de Edén, estableció un principio más del árbol de la ciencia del bien y el mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16). Este principio esta soportado en la afirmación del Espíritu a través de Pablo “Porque la paga del pecado es la muerte…” (Romanos 6: 23). El pecado tiene un castigo, unas consecuencias, consecuencias que Dios advirtió a la nación de Israel en el libro de Deuteronomio capitulo 28.

Israel a lo largo de su historia ha desobedecido a Dios, y es por esto que venido a experimentar todas y cada una de las consecuencias de sus pecado aun hasta el día de hoy. Al igual que la nación de Israel, nosotros hemos pecado contra Dios, y a causa de esto merecemos un castigo unas consecuencias. Romanos 3 verso 10 y 11 nos dice que miro Dios y no hay ni uno justo, lo que a todos y cada uno de los moradores de la tierra los convierte en injusto, y por injustos y pecadores tienen un merecido castigo, unas merecidas consecuencias.

Pero según la profecía del libro de Daniel Dios ha establecido un tiempo para Terminar la prevaricación, es decir, para colocar fin al castigo que a causa de nuestro pecado merecemos. La manera como Dios ha colocado fin a nuestro castigo, a través de perfecto y completo sacrificio voluntario de Jesucristo en la Cruz. El profeta Isaías nos dijo con mucha anterioridad “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53: 5). Por la fe en Jesucristo hemos sido declarados Justos, por que el llevo nuestro castigo, gracias a él hemos sido librados de las consecuencias del Pecado, Cristo pagó por nuestras culpas, él saldó nuestra deuda, él costeo los gastos de nuestro perdón para que pudiéramos tener paz para con Dios (Efesios 2: 14; Colosenses 1: 20).

Gracias sean dadas a Dios porque Cristo pago el precio de nuestro castigo y nos ha liberado de este. Pero no pretendemos decir que ahora el creyente tiene licencia para pecar, y puede entonces hacer lo que quiera. No, Cristo pago el precio de nuestra culpa, el cual era una muerte deshonrosa y la separación eterna de Dios.

En la cruz de Jesús, todos los que por la fe nos hemos acercado a Dios hemos sido incluidos, hemos sido declarados muertos, pero también hemos resucitado juntamente con él (Romanos 6: 4-14). Ahora frente a las practica del pecado, Dios nos ha declarado como hijos, y amados, y como a hijos el reprenderá y disciplinara (Hebreos 12: 4-8). Pero gracias a Dios por Cristo Jesús que nos ha librado del juicio de muerte y de separación eterna de Dios, acercándonos y declarándonos hijos por medio de la adopción que recibimos al ser sellados por el Espíritu Santo(Romanos 8).

Poner fin al Pecado
EL pecado es la condición generalizada en lo que se encuentra todo ser humano (Romanos 3:9) desde que viene al mundo (Levítico 12) y esta condición es el resultado de la herencia que traemos de nuestro antepasado Adán (1Corintios 15: 48-49). Esta condición nos separa de Dios y nos impide relacionarnos con él al igual que recibir sus bendiciones, pero Dios está plenamente interesado en el hombre (Salmo 8: 3-8) y a causa de su propósito quiere salvarlo (2 Pedro 3: 9; Isaías 43: 11).

¿Cómo pues pone Dios fin al Pecado? “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8: 3). Cristo condeno al pecado en su carne, llevándolo a la Cruz muriendo allí, "sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6: 6). El cuerpo de pecado fue destruido por Cristo en la Cruz y nos ha librado de la potestad del mismo, esta es la manera como Dios ha puesto fin al pecado (Romanos 6: 7-14).

Expiar la iniquidad
La vocablo expiar viene del hebreo kapar (כָּפַּר, H3722), que significa cubrir, propiciar y pacificar. ¿Pero cómo Dios cubre, propicia o pacifica la iniquidad? En la salida del pueblo de Israel de la tierra de Egipto, podemos ver con claridad el sistema expiatorio.

Dios determino un juicio sobre todos los primogénitos que habitaban sobre la tierra de Egipto, sin importa su nacionalidad, Dios iba a destruir a todos los primogénitos de esa tierra. Pero Dios tenía un propósito especial con los hijos de Israel. Es por esto que da instrucciones a Moisés diciendo con el fin de salvar a los primogénitos de Israel.

Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia… El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras… Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer. Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán… Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová. Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto” (Éxodo 12: 3-15).

En la salida del pueblo de Egipto vemos que víctimas inocentes, es decir los corderos, deben morir y derramar su sangre, para que con esta sangre se marque las casas donde el Ángel de Jehová debía pasar de largo y perdonar la vida a los primogénitos que allí habitaban.

También en el libro de levítico podemos entender mejor la expiación. Desde el capitulo cuatro vemos que la manera como Dios perdona los pecados del transgresor obedece al sistema expiatorio, es decir sistema en el que una víctima inocente es presentada ante Dios, el transgresor se identifica con ella al colocar sus manos sobre la cabeza de la víctima y luego lo degüella (Levítico 4: 4).

Este principio fue establecido desde Génesis cuando el Señor para cubrir la desnudez de Adán tomo pieles de animales y los vistió. Estas pieles de animales implicaban el derramamiento de sangre de animales inocentes (Génesis 3: 21).

Como sabemos, el antiguo pacto solo tiene la sombra y las figuras de los bienes venideros, entonces ¿Cómo se expiaría definitivamente la iniquidad? Camino al sacrifico de Isaac, Isaac pregunta a Abraham “¿dónde está el cordero para el holocausto?” a lo que Abrahán le contesta “Dios se proveerá de cordero” (Génesis 22: 7-8).

Durante el tiempo del antiguo pacto, Dios se satisfacía temporalmente en la sangre de los machos cabríos, y los corderos, pero de año en año era necesario que el sacerdote se presentero delante de Dios, pero no sin sangre que cubriera su pecado como también el del pueblo (Hebreos 9: 7).

Pero era necesario que las cosas celestiales fueran purificadas con mejores sacrificios que los levíticos (Hebreos 9: 23), es de esta manera que se hace una realidad el texto que dice “Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está escrito de mí” (Hebreos 10: 6).

El termino que en griego corresponde a Expiación, el que en el nuevo testamento se traduce como propiciación. El diccionario del Nuevo Testamento E. W. Vine define el termino propiciación en relación al Romanos capitulo 3 verso 25 de la siguiente manera “La frase «por su sangre» ha de ser tomada en relación inmediata con «propiciación». Cristo, por su muerte expiatoria, es el medio personal por quien Dios muestra la misericordia de su gracia justificadora al pecador que cree. Su «sangre» da todo el significado de la entrega voluntaria que él hizo de su vida, por el derramamiento de su sangre en sacrificio de expiación, bajo el juicio divino que justamente nos merecíamos como pecadores, y siendo la fe la única condición demandada del hombre”.

La sangre de Cristo es pues el precio que Dios paga, pero no a Satanás, si no a las exigencias mismas de su justicia, para poder quitar el pecado del mundo, como lo menciona Juan el Bautista a la primera manifestación pública de Jesús “Este es el Cordero de Dios de quita el pecado del mundo” (Juan 1: 29). Mientras que los machos cabríos debías ser sacrificados año tras año para con esta sangre cubrir el pecado temporalmente sobre el propiciatorio, el Padre se ha provisto de un Cordero que si quita el pecado del Mundo.

Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre” (Hebreos 7: 26-28). Cristo fue declarado inocente por Pilato (Lucas 23: 1-5) y también fue declarado inocente por Herodes (Lucas 23: 6-12). La ley establece que un testimonio solo es veraz en boca de 2 o 3 testigos (Deuteronomio 19: 15), es de esta manera que las máximas autoridades encargadas del caso de Jesús, le declararon inocente, para que por su muerte inocente, nosotros mediante la fe en su sangre fuéramos declarados inocentes.

Traer la Justicia perdurable
El termino Justicia que pareciera ser de un amplio y entendido uso en nuestra lengua, dentro del contexto bíblico pareciera tener un sentido algo diferente. Citamos el diccionario de Hebreo W. E. Vine “Ha sido difícil para los expertos traducir estos dos vocablos prácticamente sinónimos (tsedeq o tsedaqah). Los exégetas han derramado mucha tinta en sus intentos de interpretar contextualmente los términos tsedeq y tsedaqah. Las conclusiones de los investigadores apuntan en dos direcciones. Por un lado, las relaciones entre personas y entre un ser humano y su Dios, habiendo fidelidad entre ellos, pueden describirse como tsedeq o tsedaqah... Por otro lado, versiones más recientes, como rvr, bvp, rva, nrv, lba y versiones católicas, optan por una traducción más relacional, «honradez». No obstante, la preponderancia de este énfasis, «rectitud» o «justicia» en sentido abstracto o jurídico de una relación, no deja de estar presente en el Antiguo Testamento… Lamentablemente, en una discusión sobre la dinámica (relacional) versus el sentido estático (abstracto) del vocablo, uno de los dos gana en las traducciones, a pesar de que ambos elementos están presentes en los vocablos hebreo”.´

De acuerdo a lo anterior Justicia puede entenderse como la relación que existe entre Dios y el hombre y esta relación tiene un carácter justo, es decir un carácter recto. Bajo los lineamientos del antiguo pacto, la relación de Dios con el hombre estaba sujeta a la rectitud de este ultimo (es decir del hombre) y solo el hombre recto podía gozar de los beneficios de relacionarse con Dios (Salmo 36: 10; 64: 10; 125: 4; Proverbios 2: 21).

Esta justicia tiene un enorme defecto, y este defecto es el hombre mismo, quien no es recto ni justo no recto “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Isaías 64: 6). El hombre en sí mismo es injusto y carece de rectitud, es por eso que sobre la base de su justicia propia, no tiene la manera de relacionase con Dios.

¿Cómo pues, Dios traerá la Justicia perdurable? Estableciendo su relación con el hombre sobre una base mas solida, una base inamovible. Esta base es su carácter, que es recto, justo, inmutable y eterno “Si fuéremos infieles, él permanece fiel; El no puede negarse a sí mismo” (2 Timoteo 2: 13).

Esta relación de rectitud, de justicia se soporta sobre la obra consumada de Cristo en la cruz (Juan 19: 30) y no tiene relación alguna con los meritos del hombre. “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Corintios 1: 29-30). Por Cristo los termino de nuestra relación con Dios han cambiado, el es el Justo y el que Justifica a los de la fe de Jesús (Romanos 3: 26).

Como Pablo decía a los efesios, “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2: 19-22). Ahora somos parte de la familia de Dios, y la base de nuestra relación es Cristo, nuestra roca, nuestro fundamento. Dios ya no nos mira sobre la base de los meritos propios, si no que nos mira a través de su Hijo Jesucristo de quien estamos todos revestidos y en quien nuestra vida está escondida. “Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gálatas 3: 25-27). “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3: 3).

Sellar la visión y la profecía
Cuando un documento es sellado, lo que se quiere dar a entender es la veracidad del mismo. Sellar la visión implica por la tanto confirmar la veracidad de la profecía y el contenido de esta. A continuación nos ocuparemos de determinar cuál ha sido el hilo conductor y el propósito mismo de la visión y la profecía.
El último libro de la Biblia, el Apocalipsis no da un principio fundamental para determinar cuál es el interés de Dios al momento de revelar sus designios y manifestaciones gloriosas “Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las boda del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19: 9-10).

… el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” Todas las manifestaciones del poder de Dios, reveladas a los profetas y a los santos hombres de la antigüedad, tenían un mismo espíritu, es decir un mismo sentir y propósito, el de revelar a Cristo, y darnos a conocer las riquezas de su multiforme gracia.

La transfiguración de Jesús
En la transfiguración del Señor Jesús (Mateo 17: 1-8; Marcos 9: 2-8 y Lucas 9: 28-36), hay varios elementos que nos permitirán profundizar el cometido que Dios tiene de sellar la visión. En este acontecimiento aparecen 2 de los personajes más representativos de la historia bíblica, Moisés y Elías.

A través de la persona de Moisés, es que Dios revelo su ley al pueblo de Israel como lo podemos notar en los libros de Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Moisés además de ser el instrumento que Dios uso para revelar su ley, llego a ser también la máxima autoridad establecida por Dios en lo referente a la ley, su práctica y defensa.

Por otra parte, Elías es el más representativo de los profetas, alguien que claramente hablaba de parte de Dios y de las exigencias mismas de su Justicia (1 Reyes 17; 18; 19). Alguien tan representativo de la profecía, que Dios decidió tomarlo antes de morir como modelo tipológico de la ascensión de nuestro Señor Jesucristo (2 Reyes 2).

Ahora regresemos a la transfiguración. Estando ambos hombres del antiguo testamento, Moisés y Elías, Pedro se ve motivado a decirle al Señor que le permita construir tres enramadas para que estos hombres pasaran allí la noche. Pero que sorpresa “Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia a él oíd”. Como Pedro cualquiera de nosotros desearía haber estado ahí, y saber lo que el Señor con estos dos relevantes personajes de la historia bíblica tuvieran que decir. Que maravillosa intervención Divina, el Padre con su Gloria esconde a Moisés y a Elías y con una voz audible dice “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia a él oíd” Cualquier cosa que Moisés o Elías pudieran comunicarnos, el Padre ahora quería comunicarla a través de su amado Hijo.

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos” (Hebreos 1: 1-3). Gloria sea dada a Dios, porque ahora el Padre nos ha hablado por el Hijo, y el Hijo es el centro de su eterno propósito. El eje mismo que le da sustancia y sentido a toda la creación.´

La ley tiene la sombra, pero no la imagen misma de las cosas (Hebreos 10: 1), pero Cristo es la “… imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación…” (Colosenses 1: 15) “En el habita corporalmente toda la plenitud de la deidad” (Colosenses 2: 9). Todo lo que Dios quiere comunicarnos de sí mismo y de su Santa Voluntad, lo ha hecho a través de su precioso Hijo. Cristo es el espíritu de la profecía, por lo tanto él es el tema unificador de la Biblia.

En Cristo la profecía ha sido sellada, es decir, ha sido declarada veraz ¿Por qué? Como hemos venido diciendo, la profecía apunta a su encarnación, alumbramiento virginal (Isaías 7: 14), el lugar (Miqueas 5: 2) y el momento de su nacimiento (Daniel 9: 25), su vida, la cual siempre estuvo dirigida a hacer la voluntad del Padre (Salmo 40: 6-8), sufrimientos (Salmo 22; Isaías 52: 13- 53; 12), el precio de su traición (Zacarías 11: 12-13) muerte (Daniel 9: 25; Salmo 22: 16; Zacarías 13: 6), resurrección (salmo 16: 10; Jonás 1: 17), los efectos de su obra en la Cruz (Isaías 55: 1-5; Ezequiel 36: 23-29) Zacarías 12: 10) y podríamos citar unos cuantas decenas de profecías mas. Pero a todas estas profecías, la historia misma ha dado testimonio del cumplimiento de todas y cada una de ellas. Ahora solo nos queda esperar el establecimiento de su reino eterno e inconmovible (Salmo 24; 45: 6-7; 72; 110; Isaías 11; 35).

En el próximo blog, nos detendremos en el mas maravilloso e importante acontecimiento del propósito de Dios "ungir al Santo de los santos". Esperamos el Espíritu Santo nos permita vislumbrar las profundidades del amor y propósito de nuestro Padre Celestial.

martes, 3 de abril de 2012

El Eterno proposito de Dios (Primera Parte)




EL ETERNO PROPÓSITO DE DIOS
(Primera Parte)
El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos.
Hechos 17:24-28

Una de las creencias fundamentales de la fe cristiana, es que existe un único Dios, y que este único Dios, es el creador de todo cuanto existe (Hechos 17: 24-28; Romanos 1: 25). Ahora bien, creyendo plenamente en la soberanía creadora de Dios, deberíamos cuestionarnos con algunas preguntas. Existiendo Dios en sí mismo de eternidad a eternidad ¿Qué motivó a Dios para crear los cielos y la tierra? Sabiendo Dios que Satanás y el hombre se iban a rebelar ¿Por qué Dios los creó y permitió su rebelión? Siendo Dios eterno y teniendo contentamiento en si mismo ¿Por qué tomarse la molestia de hacer esta creación la cual ha sido el escenario de la sedición de sus criaturas (ángeles y humanos) y de grandes manifestaciones de degradación e injusticia? ¿A caso tiene Dios algún vacio emocional, una carencia de afecto que lo llevo a hacerse de unas creaturas que le alabaran y le reconocieran?

Esperamos con la ayuda del Santo Espíritu de Dios, escudriñar las escrituras a fin de descubrir cuál es su eterno propósito , no con el fin de satisfacer nuestra curiosidad, si no esperando la Palabra de Dios cumpla su propósito en nosotros y nos lleve a deleitarnos en él, a reconocerle y darle gracias por revelarnos sus designios e incluirnos en su propósito, dándonos el lugar y el papel más honroso dado a cualquiera de todas sus criaturas en esta preciosa y maravillosa obra, dulce función cuyo director es Dios, quien ha colocado como personaje Principal a su Hijo Jesucristo, a que ha provisto de una coestrella, la Iglesia, donde cada uno de sus hijos tenemos un papel protagónico, cuya actuación guiada y ayudada por el Espíritu Santo, siempre deberá ir dirigida a darle a Jesucristo todo el protagonismo.

La preexistencia del Hijo
Ubiquémonos en Juan 1:1-2 “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Prestemos especial interés a la expresión “en el principio”, esta expresión nos coloca en algún momento donde el tiempo no existe, en algún lugar donde no hay espacio, pero es allí donde el nombre con el cual Dios se llamo así mismo delante de Moisés en Horeb tiene total sentido “Yo Soy Él que Soy” (Éxodo 3:14).

En hebreo el verbo הָיה (hāyāh) tiene varios significados, existir, ser, venir a ser, suceder, venir al pasado, estar terminado. Esta expresión manifiesta claramente la naturaleza misma de Dios, Él existe, Él es, Él ha venido a ser, en Él suceden todas las cosas, en Él todo ya ha pasado y en Él todo ya ha sido terminado “Porque en el vivimos, y nos movemos, y somos...” (Hechos 17:28). En el libro de Apocalipsis el Señor Jesús se presenta a sí mismo “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:8). En la persona de Cristo se funden el eterno Pasado, el corto presente y el imperecedero futuro.

En el principio del que habla Juan, es en aquel principio donde solo existe Dios, y Dios existe en sí mismo, donde aun nada ha sido creado, pero donde Jesús el Hijo de Dios, esta con Dios, y es Dios “Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras… Con él estaba yo ordenándolo todo y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de él todo el tiempo” (Proverbios 8:22, 30).

Este principio al que el apóstol se refiere, es a la existencia eterna e increada del Dios Triuno, es decir el Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, antes de que el cielo el cual es su trono, fuese creado junto con todos los seres que en el habitan, previamente a que la tierra la cual es estrado de sus pies y todos los seres que en ella hay fuesen hechos. Antes de que el hombre fuera tan solo un pensamiento en la mente de Dios, Él ya existía en sí mismo, y fuera de él nada mas había.

El motivo de la creación
Lejos de todo acto creador de Dios, él Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, existen y coexisten como uno solo, un Dios eterno, increado, omnipotente, Justo, Prefecto, Santo, inmutable e incorruptible, solo por mencionar algunos de los innumerables atributos de Dios, pero todos los atributos que podamos encontrar en el Padre, los encontramos  también del Hijo y el Espíritu Santo.

Es muy importante que meditemos en la Existencia eterna del Hijo con Dios y como Dios, reconocer que los atributos eternos de Dios, son atributos de Cristo, aceptar y meditar en estas verdades nos llevara al siguiente punto de la afirmación de evangelio de Juan “Todas las cosas por él han sido hechas…” Cristo es la razón misma por la cual, todo lo que ha sido creado, fue hecho. El Padre en 3 ocasiones a oídos de muchos testigos dijo de Jesús “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17; Marcos 1:11; Lucas 3:22; Juan 12: 28; 2 Pedro 1:18).

“El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:15-17). El apóstol Pablo coincide con la afirmación de Juan “por él”, por Cristo existen los cielos y la tierra, no solo por él, si no para él, toda la creación es el escenario en el cual el Hijo será levantado, visto y honrado por todos para la gloria del Padre.

El Padre y el Espíritu Santo aman al Hijo, y han querido honrarlo de manera especial, como está escrito “Yo publicare el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tu; yo te engendre hoy. Pídeme y te daré como herencia las naciones y como posesión tuya los confines de la tierra… Honrad al Hijo para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflaman de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en el confían” (Salmo 2:7, 8, 12).

La sublevación Satánica
¿Existirá una razón adicional por la que el Padre y el Espíritu hayan decidido honrar a Jesús? Meditemos en los siguientes textos “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isaías 14:12-14), “Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran. Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser” (Ezequiel 28:12-19).

Ambos textos nos relatan la condición inicial de Satanás, y como su corazón se ensoberbeció y se levanto en altivez contra el Señor, también nos relata el juicio que Dios emitió sobre él y las consecuencias de su soberbia.

La humildad un atributo de Dios
Ahora contrastemos la actitud satánica, frente a la actitud de Cristo “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:5-11).

En Cristo podemos notar un atributo de Dios del cual poco nos percatamos, este atributo es su Humildad. Cristo encarna toda la humildad de Dios, y es por su actitud humillada, desinteresada, entregada al servicio, que el Padre decide exaltarle hasta lo sumo.

A sabiendas de que el hombre se iba a revelar contra Dios, pero también amando profundamente al hombre y no queriendo que ninguno perezca, Cristo vino a nuestro encuentro. Conociendo que la voluntad de Dios es que el hombre lleve su imagen, y señoree sobre todas la cosas, pero entendiendo las consecuencias de la caída de Adán, Jesucristo vino a colocar su vida como propiciación por nuestros pecados “Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está escrito de mí” (Hebreos 10:5-7).

En vista de que no había nada que el hombre pudiera hacer por sí mismo para salvarse de su condición desamparada, y desprotegida, y mucho menos del justo juicio de Dios, Cristo vino a tomar nuestro lugar, a presentar su cuerpo, su vida como Holocausto para Dios, pero también como ofrenda por el pecado, para que por su obediencia, nosotros fuéramos declarados justos, hijos, posesión de Dios.

Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, En medio de la congregación te alabaré. Y otra vez: Yo confiaré en él. Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio. Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:9-15).

Es de acuerdo a la humillación voluntaria de Cristo, en función de hacer la voluntad del Padre, y en relación al profundo amor que él tiene por el hombre, es que Jesucristo voluntariamente se humilla, a fin de rescatar al hombre, justificarlo, proveerlo de nueva vida y recuperar la imagen perdida de Dios en él.

Él Hijo se despojo de su posición honrosa en el cielo, humillándose al hacerse como uno de nosotros, haciéndose pobre, naciendo en un pesebre, esclavo bajo el imperio romano, nunca busco la alabanza de los hombres, si no que procuro que todos honraran y glorificaran al Padre en él, padeció la humillación, el rechazo y el oprobio de los de su nación, llevo nuestros dolores, enfermedades y nuestros pecado. Por esto y muchas cosas más que nuestra limitada capacidad no nos permite apreciar, por su humillación y sacrificio, es que el Padre, lo exalto hasta lo sumo, dándole el más alto y mas excelente nombre que es sobre todo nombre, para que en ese nombre se doble toda rodilla de los que están el cielo, en la tierra y debajo de ella, y confiesen que Jesucristo es el Señor para gloria del  Padre.

La profecía de Daniel
El libro de Daniel, es considerado como la agenda escatológica de Dios para el cumplimiento de los tiempos y de los acontecimientos históricos que enmarcan el fin del mundo. Muchos se han detenido en este libro en busca de señales que les permitan identificar el donde, el cuándo y el cómo acontecerá el final de todas las cosas. Pero el libro de Daniel es aun más fascinante, es la agenda de Dios, es una descripción detallada de los acontecimientos que rigen la geopolítica mundial, pero más allá, es un cuadro preciso donde el propósito de Dios puede ser claramente observado.

El Sueño de Nabucodonosor, la visión de las cuatro bestias, el carnero y el macho cabrío, los reyes del norte y del sur
La integridad y la humillación continua de Daniel (Daniel 10:12), fueron las características que Dios aprecio como necesarias para considerar a este hombre, un hombre de entera confianza para revelar sus designios y la manera como el eterno Creador iba a proceder en función de su propósito.

La interpretación del sueño de Nabucodonosor (Daniel 2:31-45), coincide precisamente con la interpretación de la visión de las cuatro bestias que Daniel recibió en el primer año de Belsasar rey de Babilonia (Daniel 7), la visión del carnero y del macho cabrío (Daniel 8), y la visión al lado del rio Hidekel (Daniel 10 y 11). Todas estas visiones hacen referencia a la existencia de 4 Reinos que tendrán dominio sobre la tierra, hasta que llegue el reinado definitivo del Mesías.

El primero de ellos era el imperio en el que Daniel inicialmente se encontraba, el imperio Babilonio (Daniel 2:36-38; 7:17), este imperio fue luego sucedido por el imperio Medo-Persa (Daniel 2:39; 8:20; 11:2), después se levantara un tercer imperio, el Griego (Daniel 2:39; 7:17; 8:21; 11:2-4), y cabe notar lo detallada de la profecía respecto de este imperio encabezado por Alejandro Magno, quien la profecía de Daniel, ya había previsto que no tendría hijos y que su imperio seria repartido entre cuatro de sus principales generales.
Después de este imperio se levantara uno como hierro, como hierro mesclado con barro cocido (Daniel 2:40-43; 7:23). Este gobierno puede ser entendido como el imperio que posteriormente sucedió al imperio griego, es decir el imperio Romano, que fue destructor e implacable, imperio que hasta el día de hoy subsiste, con alianzas humanas. Al momento de la caída del imperio romano en manos de los barbaros, este imperio ya había hecho alianzas humanas al formarse el catolicismo romano, el cual hasta el día de hoy afecta y controla los destinos de los gobiernos de esta tierra.

He salido para darte sabiduría y entendimiento
Aunque estas visiones, y sus interpretaciones son sorprendentes, y dan mucha claridad en cuanto al destino geopolítico del gobierno mundial, el propósito del libro Daniel es mucho más profundo, es superior. Este libro revela una visión que excede las anteriormente mencionadas, una visión que está cargada de sabiduría y entendimiento.

Daniel así como el libro de apocalipsis, no puede ser visto bajo la óptica de los acontecimientos que presidirán el fin, por el contrario, debes ser libros en los cuales veamos la exaltación, el entonamiento y el gobierno eterno del Hijo.

El libro de Apocalipsis empieza “Ésta es la revelación de Jesucristo” (Apocalipsis 1:1). Apocalipsis es la obra en la cual Dios nos permite ver a su Hijo Jesucristo siendo exaltado, glorificado, un libro donde podemos ver hecho realidad el Salmo que dice “Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies” (Salmo 110:1). Daniel y Apocalipsis son los libros en los cuales con más detalle y claridad, vemos la exaltación y honra del Hijo en la consumación de los tiempos.

La revelación de Jesucristo
En cada una de las visiones de Daniel respecto de los gobiernos mundiales, había también una visión más gloriosa, la revelación del Hijo de Dios. Daniel 2:34, 35, 44, 45, nos habla de una piedra no cortada por manos de hombre y esta piedra destruirá a la imagen; un reino eterno que se levantara en los cielos les dará fin a todos los gobiernos que existen en la tierra, un gobierno que será establecido para siempre. Esta roca es Cristo “La piedra que desecharon los edificadores Ha venido a ser cabeza del ángulo” (Salmo 118:22). “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo” (Hechos 4:11), “y todos bebieron la misma bebida espiritual porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1Corintios 10:4).

El Padre y el Hijo
Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos… Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (Daniel 7:9-10; 13-14).

Gracias sean dadas a Dios por esta maravillosa visión. Visión en la cual aparece el Padre como un anciano de días, el Juez de toda la tierra, delante de quien todos los moradores del universo sirven, pero también aparece uno en las nubes, con apariencia de Hijo de hombre, Jesús, el Cristo, el Hijo del Dios Viviente, a quien será entregado todo el dominio, y el reino eternamente y para siempre.

 “Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:9-11). Así como le vieron ir, así mismo le veremos venir, en los cielos en su gloria “Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27).

He venido a ti para darte sabiduría y entendimiento
En el capítulo 1 verso 19 del libro de Daniel, se nos dice que Daniel era entendido en todo sueño y visión, y en el capítulo 6 verso 3 se nos dice que él era superior, porque había en el, espíritu superior. Ahora fijémonos en el capítulo 9 verso 22, “Y me hizo entender, y hablo con migo, diciendo: Daniel ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento”. A Este momento como lo mencionamos anteriormente, Daniel era considerado entendido en toda visión y sueño al igual que de un espíritu superior, pero entonces que querrá decir con “¿he salido para darte sabiduría y entendimiento?

Existe una sabiduría, un entendimiento que sobrepasa todo entendimiento, que supera toda sabiduría, y es la revelación de Jesucristo y del propósito mismo de Dios en torno a la persona de su Hijo.

La profecía de las setenta semanas
En el capítulo 9 de Daniel, se encuentra una de las profecías más utilizadas de este libro, la profecía de las setenta semanas. Esta profecía ha sido usada por muchos con el fin de estimar un fecha para los acontecimientos del fin, pero han dejado de lado el acontecimiento más glorioso que esta profecía relata “Ungir al Santo de los santos” todos los hechos que sucederán durante este periodo de tiempo, tienen como único fin “Ungir al Santo de los santos”.

Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Daniel 9:24-26).

A la luz de las Escrituras podemos definir una semana como siete años, “Cumple la semana de ésta, y se te dará también la otra, por el servicio que hagas conmigo otros siete años. E hizo Jacob así, y cumplió la semana de aquélla; y él le dio a Raquel su hija por mujer” (Génesis 29:27-28). “Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años” (Levítico 25:8). Si una semana corresponde a 7 años, 70 semanas corresponden a 490 años. ¿Cómo podemos entonces entender esta profecía de las 70 semanas o los 490 años?

En la profecía de Daniel 9, las 70 semanas están agrupadas de la siguiente manera:

Siete semanas: Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos” (Daniel 9:25). En este texto podemos notar que habrá en primera medida un grupo de 7 semanas lo que corresponde a 49 años, “Desde la salida de la orden para restaurar y edificar Jerusalén”.

Este es el periodo que corresponde a la reconstrucción de Jerusalén desde que Artajerjes en el año veinte de su reinado (Nehemías 2:1-10), hasta la reconstrucción del templo en el año sexto del rey Darío (Esdras 6:15), este primer periodo tardo cerca de 49 año (Juan 2: 20).

Sesenta y dos semanas: Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías” (Daniel 9:25) Es importante notar, que estas sesenta y dos semanas, acontecen seguida a las primeras siete semanas mencionadas anteriormente. La suma de ambos periodos da un total de 69 semanas que equivalen a 483 años. ¿Qué acontecería al paso de estos años? “la muerte del Mesías Príncipe”. Es decir, desde la salida de la orden para reedificar Jerusalén hasta que al Cristo se le diera muerte, pasarían 483 años.

Recordemos que para los días del alumbramiento de María, a Herodes le aparecieron desde oriente unos magos preguntando por el Rey de los judíos porque ellos habían visto su estrella.(Mateo 2: 1-12).

Las tierras orientales, son las antiguas tierras babilonias, tierras donde la profecía de Daniel había sido revelada. Ahora notemos la claridad que en estos magos había respecto de quien era el hombre que había de Nacer. Al encontrarse con Jesús y su familia, le trajeron unos presentes en particular, oro, incienso y mirra. El oro es un presente que se acostumbra dar a los reyes, el incienso se ofrece a los dioses como forma de adoración y la mirra es un presente que se da a los muertos.

Estos hombres cumplen las características mencionadas en 1a Pedro 1: 10-12 “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles”.

En estos magos de oriente tenían completa claridad de que persona y que tiempo indicaba el Espíritu de Cristo en los profetas. Motivados en la profecía ellos van a Jerusalén en busca del Mesías y le llevan oro, porque él es el Rey de reyes, incienso porque él es Dios hecho hombre y mirra porque se le iba a dar muerte como el Mesías. Un requisito fundamental para Cristo calificar como Mesías Hijo de Dios es su muerte, y que glorioso es este libro de Daniel, porque nos habla de esta característica y también nos dice el tiempo, 483 años se cumplieron desde que se dio la orden para edificar a Jerusalén hasta la muerte del Mesías Príncipe.

Y por otra semana: Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Daniel 9:27). Después de las 69 semanas existe un periodo de tiempo que no podemos determinar cuánto dura, pero si sabemos que este periodo es un intermedio hasta llegar a la última semana de la profecía.

Romanos 11:25 nos dice “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” A causa de la iglesia de Cristo, a Israel le ha sobrevenido endurecimiento en parte, y ese endurecimiento es en relación al Evangelio, para que se cumpla la profecía de Isaías que dice “De oído oiréis, y no entenderéis;  Y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos;  Para que no vean con los ojos,  Y oigan con los oídos,  Y con el corazón entiendan,  Y se conviertan, Y yo los sane” (Mateo 13:14-15).

Pero después de este periodo de tiempo, el Señor confirmara su pacto con muchos como lo menciona le profeta Zacarías “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito” (Zacarias 12:10). Los ojos del entendimiento les serán alumbrados para que reconozcan a Jesús como su Mesías y su Rey.

En tanto el corazón de Israel esta endurecido, el Señor puede ocuparse de los gentiles, y de la edificación de la Iglesia, de los que por derecho no pertenecen a la nación de Israel, pero que por causa de la adopción por el Espíritu Santo, son injertados en el olivo natural (Romanos 11:24; 8:15 y 11:23).

Seis cosas son las que Dios se ha decidido a hacer durante las 70 semanas, Terminar la prevaricación, poner fin al pecado, expiar la iniquidad, traer la justicia perdurable, sellar la visión y la profecía y Ungir al Santo de los santos. En el siguiente blog con la ayuda del Señor profundizaremos en cada una de ellas