martes, 3 de abril de 2012

El Eterno proposito de Dios (Primera Parte)




EL ETERNO PROPÓSITO DE DIOS
(Primera Parte)
El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos.
Hechos 17:24-28

Una de las creencias fundamentales de la fe cristiana, es que existe un único Dios, y que este único Dios, es el creador de todo cuanto existe (Hechos 17: 24-28; Romanos 1: 25). Ahora bien, creyendo plenamente en la soberanía creadora de Dios, deberíamos cuestionarnos con algunas preguntas. Existiendo Dios en sí mismo de eternidad a eternidad ¿Qué motivó a Dios para crear los cielos y la tierra? Sabiendo Dios que Satanás y el hombre se iban a rebelar ¿Por qué Dios los creó y permitió su rebelión? Siendo Dios eterno y teniendo contentamiento en si mismo ¿Por qué tomarse la molestia de hacer esta creación la cual ha sido el escenario de la sedición de sus criaturas (ángeles y humanos) y de grandes manifestaciones de degradación e injusticia? ¿A caso tiene Dios algún vacio emocional, una carencia de afecto que lo llevo a hacerse de unas creaturas que le alabaran y le reconocieran?

Esperamos con la ayuda del Santo Espíritu de Dios, escudriñar las escrituras a fin de descubrir cuál es su eterno propósito , no con el fin de satisfacer nuestra curiosidad, si no esperando la Palabra de Dios cumpla su propósito en nosotros y nos lleve a deleitarnos en él, a reconocerle y darle gracias por revelarnos sus designios e incluirnos en su propósito, dándonos el lugar y el papel más honroso dado a cualquiera de todas sus criaturas en esta preciosa y maravillosa obra, dulce función cuyo director es Dios, quien ha colocado como personaje Principal a su Hijo Jesucristo, a que ha provisto de una coestrella, la Iglesia, donde cada uno de sus hijos tenemos un papel protagónico, cuya actuación guiada y ayudada por el Espíritu Santo, siempre deberá ir dirigida a darle a Jesucristo todo el protagonismo.

La preexistencia del Hijo
Ubiquémonos en Juan 1:1-2 “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Prestemos especial interés a la expresión “en el principio”, esta expresión nos coloca en algún momento donde el tiempo no existe, en algún lugar donde no hay espacio, pero es allí donde el nombre con el cual Dios se llamo así mismo delante de Moisés en Horeb tiene total sentido “Yo Soy Él que Soy” (Éxodo 3:14).

En hebreo el verbo הָיה (hāyāh) tiene varios significados, existir, ser, venir a ser, suceder, venir al pasado, estar terminado. Esta expresión manifiesta claramente la naturaleza misma de Dios, Él existe, Él es, Él ha venido a ser, en Él suceden todas las cosas, en Él todo ya ha pasado y en Él todo ya ha sido terminado “Porque en el vivimos, y nos movemos, y somos...” (Hechos 17:28). En el libro de Apocalipsis el Señor Jesús se presenta a sí mismo “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:8). En la persona de Cristo se funden el eterno Pasado, el corto presente y el imperecedero futuro.

En el principio del que habla Juan, es en aquel principio donde solo existe Dios, y Dios existe en sí mismo, donde aun nada ha sido creado, pero donde Jesús el Hijo de Dios, esta con Dios, y es Dios “Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras… Con él estaba yo ordenándolo todo y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de él todo el tiempo” (Proverbios 8:22, 30).

Este principio al que el apóstol se refiere, es a la existencia eterna e increada del Dios Triuno, es decir el Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, antes de que el cielo el cual es su trono, fuese creado junto con todos los seres que en el habitan, previamente a que la tierra la cual es estrado de sus pies y todos los seres que en ella hay fuesen hechos. Antes de que el hombre fuera tan solo un pensamiento en la mente de Dios, Él ya existía en sí mismo, y fuera de él nada mas había.

El motivo de la creación
Lejos de todo acto creador de Dios, él Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, existen y coexisten como uno solo, un Dios eterno, increado, omnipotente, Justo, Prefecto, Santo, inmutable e incorruptible, solo por mencionar algunos de los innumerables atributos de Dios, pero todos los atributos que podamos encontrar en el Padre, los encontramos  también del Hijo y el Espíritu Santo.

Es muy importante que meditemos en la Existencia eterna del Hijo con Dios y como Dios, reconocer que los atributos eternos de Dios, son atributos de Cristo, aceptar y meditar en estas verdades nos llevara al siguiente punto de la afirmación de evangelio de Juan “Todas las cosas por él han sido hechas…” Cristo es la razón misma por la cual, todo lo que ha sido creado, fue hecho. El Padre en 3 ocasiones a oídos de muchos testigos dijo de Jesús “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17; Marcos 1:11; Lucas 3:22; Juan 12: 28; 2 Pedro 1:18).

“El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:15-17). El apóstol Pablo coincide con la afirmación de Juan “por él”, por Cristo existen los cielos y la tierra, no solo por él, si no para él, toda la creación es el escenario en el cual el Hijo será levantado, visto y honrado por todos para la gloria del Padre.

El Padre y el Espíritu Santo aman al Hijo, y han querido honrarlo de manera especial, como está escrito “Yo publicare el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tu; yo te engendre hoy. Pídeme y te daré como herencia las naciones y como posesión tuya los confines de la tierra… Honrad al Hijo para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflaman de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en el confían” (Salmo 2:7, 8, 12).

La sublevación Satánica
¿Existirá una razón adicional por la que el Padre y el Espíritu hayan decidido honrar a Jesús? Meditemos en los siguientes textos “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isaías 14:12-14), “Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran. Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser” (Ezequiel 28:12-19).

Ambos textos nos relatan la condición inicial de Satanás, y como su corazón se ensoberbeció y se levanto en altivez contra el Señor, también nos relata el juicio que Dios emitió sobre él y las consecuencias de su soberbia.

La humildad un atributo de Dios
Ahora contrastemos la actitud satánica, frente a la actitud de Cristo “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:5-11).

En Cristo podemos notar un atributo de Dios del cual poco nos percatamos, este atributo es su Humildad. Cristo encarna toda la humildad de Dios, y es por su actitud humillada, desinteresada, entregada al servicio, que el Padre decide exaltarle hasta lo sumo.

A sabiendas de que el hombre se iba a revelar contra Dios, pero también amando profundamente al hombre y no queriendo que ninguno perezca, Cristo vino a nuestro encuentro. Conociendo que la voluntad de Dios es que el hombre lleve su imagen, y señoree sobre todas la cosas, pero entendiendo las consecuencias de la caída de Adán, Jesucristo vino a colocar su vida como propiciación por nuestros pecados “Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está escrito de mí” (Hebreos 10:5-7).

En vista de que no había nada que el hombre pudiera hacer por sí mismo para salvarse de su condición desamparada, y desprotegida, y mucho menos del justo juicio de Dios, Cristo vino a tomar nuestro lugar, a presentar su cuerpo, su vida como Holocausto para Dios, pero también como ofrenda por el pecado, para que por su obediencia, nosotros fuéramos declarados justos, hijos, posesión de Dios.

Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, En medio de la congregación te alabaré. Y otra vez: Yo confiaré en él. Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio. Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:9-15).

Es de acuerdo a la humillación voluntaria de Cristo, en función de hacer la voluntad del Padre, y en relación al profundo amor que él tiene por el hombre, es que Jesucristo voluntariamente se humilla, a fin de rescatar al hombre, justificarlo, proveerlo de nueva vida y recuperar la imagen perdida de Dios en él.

Él Hijo se despojo de su posición honrosa en el cielo, humillándose al hacerse como uno de nosotros, haciéndose pobre, naciendo en un pesebre, esclavo bajo el imperio romano, nunca busco la alabanza de los hombres, si no que procuro que todos honraran y glorificaran al Padre en él, padeció la humillación, el rechazo y el oprobio de los de su nación, llevo nuestros dolores, enfermedades y nuestros pecado. Por esto y muchas cosas más que nuestra limitada capacidad no nos permite apreciar, por su humillación y sacrificio, es que el Padre, lo exalto hasta lo sumo, dándole el más alto y mas excelente nombre que es sobre todo nombre, para que en ese nombre se doble toda rodilla de los que están el cielo, en la tierra y debajo de ella, y confiesen que Jesucristo es el Señor para gloria del  Padre.

La profecía de Daniel
El libro de Daniel, es considerado como la agenda escatológica de Dios para el cumplimiento de los tiempos y de los acontecimientos históricos que enmarcan el fin del mundo. Muchos se han detenido en este libro en busca de señales que les permitan identificar el donde, el cuándo y el cómo acontecerá el final de todas las cosas. Pero el libro de Daniel es aun más fascinante, es la agenda de Dios, es una descripción detallada de los acontecimientos que rigen la geopolítica mundial, pero más allá, es un cuadro preciso donde el propósito de Dios puede ser claramente observado.

El Sueño de Nabucodonosor, la visión de las cuatro bestias, el carnero y el macho cabrío, los reyes del norte y del sur
La integridad y la humillación continua de Daniel (Daniel 10:12), fueron las características que Dios aprecio como necesarias para considerar a este hombre, un hombre de entera confianza para revelar sus designios y la manera como el eterno Creador iba a proceder en función de su propósito.

La interpretación del sueño de Nabucodonosor (Daniel 2:31-45), coincide precisamente con la interpretación de la visión de las cuatro bestias que Daniel recibió en el primer año de Belsasar rey de Babilonia (Daniel 7), la visión del carnero y del macho cabrío (Daniel 8), y la visión al lado del rio Hidekel (Daniel 10 y 11). Todas estas visiones hacen referencia a la existencia de 4 Reinos que tendrán dominio sobre la tierra, hasta que llegue el reinado definitivo del Mesías.

El primero de ellos era el imperio en el que Daniel inicialmente se encontraba, el imperio Babilonio (Daniel 2:36-38; 7:17), este imperio fue luego sucedido por el imperio Medo-Persa (Daniel 2:39; 8:20; 11:2), después se levantara un tercer imperio, el Griego (Daniel 2:39; 7:17; 8:21; 11:2-4), y cabe notar lo detallada de la profecía respecto de este imperio encabezado por Alejandro Magno, quien la profecía de Daniel, ya había previsto que no tendría hijos y que su imperio seria repartido entre cuatro de sus principales generales.
Después de este imperio se levantara uno como hierro, como hierro mesclado con barro cocido (Daniel 2:40-43; 7:23). Este gobierno puede ser entendido como el imperio que posteriormente sucedió al imperio griego, es decir el imperio Romano, que fue destructor e implacable, imperio que hasta el día de hoy subsiste, con alianzas humanas. Al momento de la caída del imperio romano en manos de los barbaros, este imperio ya había hecho alianzas humanas al formarse el catolicismo romano, el cual hasta el día de hoy afecta y controla los destinos de los gobiernos de esta tierra.

He salido para darte sabiduría y entendimiento
Aunque estas visiones, y sus interpretaciones son sorprendentes, y dan mucha claridad en cuanto al destino geopolítico del gobierno mundial, el propósito del libro Daniel es mucho más profundo, es superior. Este libro revela una visión que excede las anteriormente mencionadas, una visión que está cargada de sabiduría y entendimiento.

Daniel así como el libro de apocalipsis, no puede ser visto bajo la óptica de los acontecimientos que presidirán el fin, por el contrario, debes ser libros en los cuales veamos la exaltación, el entonamiento y el gobierno eterno del Hijo.

El libro de Apocalipsis empieza “Ésta es la revelación de Jesucristo” (Apocalipsis 1:1). Apocalipsis es la obra en la cual Dios nos permite ver a su Hijo Jesucristo siendo exaltado, glorificado, un libro donde podemos ver hecho realidad el Salmo que dice “Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies” (Salmo 110:1). Daniel y Apocalipsis son los libros en los cuales con más detalle y claridad, vemos la exaltación y honra del Hijo en la consumación de los tiempos.

La revelación de Jesucristo
En cada una de las visiones de Daniel respecto de los gobiernos mundiales, había también una visión más gloriosa, la revelación del Hijo de Dios. Daniel 2:34, 35, 44, 45, nos habla de una piedra no cortada por manos de hombre y esta piedra destruirá a la imagen; un reino eterno que se levantara en los cielos les dará fin a todos los gobiernos que existen en la tierra, un gobierno que será establecido para siempre. Esta roca es Cristo “La piedra que desecharon los edificadores Ha venido a ser cabeza del ángulo” (Salmo 118:22). “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo” (Hechos 4:11), “y todos bebieron la misma bebida espiritual porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1Corintios 10:4).

El Padre y el Hijo
Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos… Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (Daniel 7:9-10; 13-14).

Gracias sean dadas a Dios por esta maravillosa visión. Visión en la cual aparece el Padre como un anciano de días, el Juez de toda la tierra, delante de quien todos los moradores del universo sirven, pero también aparece uno en las nubes, con apariencia de Hijo de hombre, Jesús, el Cristo, el Hijo del Dios Viviente, a quien será entregado todo el dominio, y el reino eternamente y para siempre.

 “Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:9-11). Así como le vieron ir, así mismo le veremos venir, en los cielos en su gloria “Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27).

He venido a ti para darte sabiduría y entendimiento
En el capítulo 1 verso 19 del libro de Daniel, se nos dice que Daniel era entendido en todo sueño y visión, y en el capítulo 6 verso 3 se nos dice que él era superior, porque había en el, espíritu superior. Ahora fijémonos en el capítulo 9 verso 22, “Y me hizo entender, y hablo con migo, diciendo: Daniel ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento”. A Este momento como lo mencionamos anteriormente, Daniel era considerado entendido en toda visión y sueño al igual que de un espíritu superior, pero entonces que querrá decir con “¿he salido para darte sabiduría y entendimiento?

Existe una sabiduría, un entendimiento que sobrepasa todo entendimiento, que supera toda sabiduría, y es la revelación de Jesucristo y del propósito mismo de Dios en torno a la persona de su Hijo.

La profecía de las setenta semanas
En el capítulo 9 de Daniel, se encuentra una de las profecías más utilizadas de este libro, la profecía de las setenta semanas. Esta profecía ha sido usada por muchos con el fin de estimar un fecha para los acontecimientos del fin, pero han dejado de lado el acontecimiento más glorioso que esta profecía relata “Ungir al Santo de los santos” todos los hechos que sucederán durante este periodo de tiempo, tienen como único fin “Ungir al Santo de los santos”.

Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Daniel 9:24-26).

A la luz de las Escrituras podemos definir una semana como siete años, “Cumple la semana de ésta, y se te dará también la otra, por el servicio que hagas conmigo otros siete años. E hizo Jacob así, y cumplió la semana de aquélla; y él le dio a Raquel su hija por mujer” (Génesis 29:27-28). “Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años” (Levítico 25:8). Si una semana corresponde a 7 años, 70 semanas corresponden a 490 años. ¿Cómo podemos entonces entender esta profecía de las 70 semanas o los 490 años?

En la profecía de Daniel 9, las 70 semanas están agrupadas de la siguiente manera:

Siete semanas: Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos” (Daniel 9:25). En este texto podemos notar que habrá en primera medida un grupo de 7 semanas lo que corresponde a 49 años, “Desde la salida de la orden para restaurar y edificar Jerusalén”.

Este es el periodo que corresponde a la reconstrucción de Jerusalén desde que Artajerjes en el año veinte de su reinado (Nehemías 2:1-10), hasta la reconstrucción del templo en el año sexto del rey Darío (Esdras 6:15), este primer periodo tardo cerca de 49 año (Juan 2: 20).

Sesenta y dos semanas: Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías” (Daniel 9:25) Es importante notar, que estas sesenta y dos semanas, acontecen seguida a las primeras siete semanas mencionadas anteriormente. La suma de ambos periodos da un total de 69 semanas que equivalen a 483 años. ¿Qué acontecería al paso de estos años? “la muerte del Mesías Príncipe”. Es decir, desde la salida de la orden para reedificar Jerusalén hasta que al Cristo se le diera muerte, pasarían 483 años.

Recordemos que para los días del alumbramiento de María, a Herodes le aparecieron desde oriente unos magos preguntando por el Rey de los judíos porque ellos habían visto su estrella.(Mateo 2: 1-12).

Las tierras orientales, son las antiguas tierras babilonias, tierras donde la profecía de Daniel había sido revelada. Ahora notemos la claridad que en estos magos había respecto de quien era el hombre que había de Nacer. Al encontrarse con Jesús y su familia, le trajeron unos presentes en particular, oro, incienso y mirra. El oro es un presente que se acostumbra dar a los reyes, el incienso se ofrece a los dioses como forma de adoración y la mirra es un presente que se da a los muertos.

Estos hombres cumplen las características mencionadas en 1a Pedro 1: 10-12 “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles”.

En estos magos de oriente tenían completa claridad de que persona y que tiempo indicaba el Espíritu de Cristo en los profetas. Motivados en la profecía ellos van a Jerusalén en busca del Mesías y le llevan oro, porque él es el Rey de reyes, incienso porque él es Dios hecho hombre y mirra porque se le iba a dar muerte como el Mesías. Un requisito fundamental para Cristo calificar como Mesías Hijo de Dios es su muerte, y que glorioso es este libro de Daniel, porque nos habla de esta característica y también nos dice el tiempo, 483 años se cumplieron desde que se dio la orden para edificar a Jerusalén hasta la muerte del Mesías Príncipe.

Y por otra semana: Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Daniel 9:27). Después de las 69 semanas existe un periodo de tiempo que no podemos determinar cuánto dura, pero si sabemos que este periodo es un intermedio hasta llegar a la última semana de la profecía.

Romanos 11:25 nos dice “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” A causa de la iglesia de Cristo, a Israel le ha sobrevenido endurecimiento en parte, y ese endurecimiento es en relación al Evangelio, para que se cumpla la profecía de Isaías que dice “De oído oiréis, y no entenderéis;  Y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos;  Para que no vean con los ojos,  Y oigan con los oídos,  Y con el corazón entiendan,  Y se conviertan, Y yo los sane” (Mateo 13:14-15).

Pero después de este periodo de tiempo, el Señor confirmara su pacto con muchos como lo menciona le profeta Zacarías “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito” (Zacarias 12:10). Los ojos del entendimiento les serán alumbrados para que reconozcan a Jesús como su Mesías y su Rey.

En tanto el corazón de Israel esta endurecido, el Señor puede ocuparse de los gentiles, y de la edificación de la Iglesia, de los que por derecho no pertenecen a la nación de Israel, pero que por causa de la adopción por el Espíritu Santo, son injertados en el olivo natural (Romanos 11:24; 8:15 y 11:23).

Seis cosas son las que Dios se ha decidido a hacer durante las 70 semanas, Terminar la prevaricación, poner fin al pecado, expiar la iniquidad, traer la justicia perdurable, sellar la visión y la profecía y Ungir al Santo de los santos. En el siguiente blog con la ayuda del Señor profundizaremos en cada una de ellas

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