lunes, 9 de abril de 2012


El Eterno proposito de Dios (Segunda Parte)




En este estudio nos ocuparemos de profundizar en cada uno de las cosas que el Señor se ha propuesto hacer durante las setenta semanas de la profecía de Daniel, como el marco en el que se desarrolla el Eterno proposito de Dios. la primera de ellas es:

Terminar la prevaricación
En las dos ocasiones en que la palabra “prevaricación” se menciona en el libro de Daniel,  y de acuerda al Diccionario W. E. Vine, debe ser entendida como el castigo por la transgresión. Dentro de la agenda que Dios se ha colocado para cumplir su propósito, él se ha propuesto poner fin al castigo que viene como resultado de la rebelión.

Dios desde el huerto de Edén, estableció un principio más del árbol de la ciencia del bien y el mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16). Este principio esta soportado en la afirmación del Espíritu a través de Pablo “Porque la paga del pecado es la muerte…” (Romanos 6: 23). El pecado tiene un castigo, unas consecuencias, consecuencias que Dios advirtió a la nación de Israel en el libro de Deuteronomio capitulo 28.

Israel a lo largo de su historia ha desobedecido a Dios, y es por esto que venido a experimentar todas y cada una de las consecuencias de sus pecado aun hasta el día de hoy. Al igual que la nación de Israel, nosotros hemos pecado contra Dios, y a causa de esto merecemos un castigo unas consecuencias. Romanos 3 verso 10 y 11 nos dice que miro Dios y no hay ni uno justo, lo que a todos y cada uno de los moradores de la tierra los convierte en injusto, y por injustos y pecadores tienen un merecido castigo, unas merecidas consecuencias.

Pero según la profecía del libro de Daniel Dios ha establecido un tiempo para Terminar la prevaricación, es decir, para colocar fin al castigo que a causa de nuestro pecado merecemos. La manera como Dios ha colocado fin a nuestro castigo, a través de perfecto y completo sacrificio voluntario de Jesucristo en la Cruz. El profeta Isaías nos dijo con mucha anterioridad “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53: 5). Por la fe en Jesucristo hemos sido declarados Justos, por que el llevo nuestro castigo, gracias a él hemos sido librados de las consecuencias del Pecado, Cristo pagó por nuestras culpas, él saldó nuestra deuda, él costeo los gastos de nuestro perdón para que pudiéramos tener paz para con Dios (Efesios 2: 14; Colosenses 1: 20).

Gracias sean dadas a Dios porque Cristo pago el precio de nuestro castigo y nos ha liberado de este. Pero no pretendemos decir que ahora el creyente tiene licencia para pecar, y puede entonces hacer lo que quiera. No, Cristo pago el precio de nuestra culpa, el cual era una muerte deshonrosa y la separación eterna de Dios.

En la cruz de Jesús, todos los que por la fe nos hemos acercado a Dios hemos sido incluidos, hemos sido declarados muertos, pero también hemos resucitado juntamente con él (Romanos 6: 4-14). Ahora frente a las practica del pecado, Dios nos ha declarado como hijos, y amados, y como a hijos el reprenderá y disciplinara (Hebreos 12: 4-8). Pero gracias a Dios por Cristo Jesús que nos ha librado del juicio de muerte y de separación eterna de Dios, acercándonos y declarándonos hijos por medio de la adopción que recibimos al ser sellados por el Espíritu Santo(Romanos 8).

Poner fin al Pecado
EL pecado es la condición generalizada en lo que se encuentra todo ser humano (Romanos 3:9) desde que viene al mundo (Levítico 12) y esta condición es el resultado de la herencia que traemos de nuestro antepasado Adán (1Corintios 15: 48-49). Esta condición nos separa de Dios y nos impide relacionarnos con él al igual que recibir sus bendiciones, pero Dios está plenamente interesado en el hombre (Salmo 8: 3-8) y a causa de su propósito quiere salvarlo (2 Pedro 3: 9; Isaías 43: 11).

¿Cómo pues pone Dios fin al Pecado? “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8: 3). Cristo condeno al pecado en su carne, llevándolo a la Cruz muriendo allí, "sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6: 6). El cuerpo de pecado fue destruido por Cristo en la Cruz y nos ha librado de la potestad del mismo, esta es la manera como Dios ha puesto fin al pecado (Romanos 6: 7-14).

Expiar la iniquidad
La vocablo expiar viene del hebreo kapar (כָּפַּר, H3722), que significa cubrir, propiciar y pacificar. ¿Pero cómo Dios cubre, propicia o pacifica la iniquidad? En la salida del pueblo de Israel de la tierra de Egipto, podemos ver con claridad el sistema expiatorio.

Dios determino un juicio sobre todos los primogénitos que habitaban sobre la tierra de Egipto, sin importa su nacionalidad, Dios iba a destruir a todos los primogénitos de esa tierra. Pero Dios tenía un propósito especial con los hijos de Israel. Es por esto que da instrucciones a Moisés diciendo con el fin de salvar a los primogénitos de Israel.

Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia… El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras… Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer. Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán… Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová. Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto” (Éxodo 12: 3-15).

En la salida del pueblo de Egipto vemos que víctimas inocentes, es decir los corderos, deben morir y derramar su sangre, para que con esta sangre se marque las casas donde el Ángel de Jehová debía pasar de largo y perdonar la vida a los primogénitos que allí habitaban.

También en el libro de levítico podemos entender mejor la expiación. Desde el capitulo cuatro vemos que la manera como Dios perdona los pecados del transgresor obedece al sistema expiatorio, es decir sistema en el que una víctima inocente es presentada ante Dios, el transgresor se identifica con ella al colocar sus manos sobre la cabeza de la víctima y luego lo degüella (Levítico 4: 4).

Este principio fue establecido desde Génesis cuando el Señor para cubrir la desnudez de Adán tomo pieles de animales y los vistió. Estas pieles de animales implicaban el derramamiento de sangre de animales inocentes (Génesis 3: 21).

Como sabemos, el antiguo pacto solo tiene la sombra y las figuras de los bienes venideros, entonces ¿Cómo se expiaría definitivamente la iniquidad? Camino al sacrifico de Isaac, Isaac pregunta a Abraham “¿dónde está el cordero para el holocausto?” a lo que Abrahán le contesta “Dios se proveerá de cordero” (Génesis 22: 7-8).

Durante el tiempo del antiguo pacto, Dios se satisfacía temporalmente en la sangre de los machos cabríos, y los corderos, pero de año en año era necesario que el sacerdote se presentero delante de Dios, pero no sin sangre que cubriera su pecado como también el del pueblo (Hebreos 9: 7).

Pero era necesario que las cosas celestiales fueran purificadas con mejores sacrificios que los levíticos (Hebreos 9: 23), es de esta manera que se hace una realidad el texto que dice “Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está escrito de mí” (Hebreos 10: 6).

El termino que en griego corresponde a Expiación, el que en el nuevo testamento se traduce como propiciación. El diccionario del Nuevo Testamento E. W. Vine define el termino propiciación en relación al Romanos capitulo 3 verso 25 de la siguiente manera “La frase «por su sangre» ha de ser tomada en relación inmediata con «propiciación». Cristo, por su muerte expiatoria, es el medio personal por quien Dios muestra la misericordia de su gracia justificadora al pecador que cree. Su «sangre» da todo el significado de la entrega voluntaria que él hizo de su vida, por el derramamiento de su sangre en sacrificio de expiación, bajo el juicio divino que justamente nos merecíamos como pecadores, y siendo la fe la única condición demandada del hombre”.

La sangre de Cristo es pues el precio que Dios paga, pero no a Satanás, si no a las exigencias mismas de su justicia, para poder quitar el pecado del mundo, como lo menciona Juan el Bautista a la primera manifestación pública de Jesús “Este es el Cordero de Dios de quita el pecado del mundo” (Juan 1: 29). Mientras que los machos cabríos debías ser sacrificados año tras año para con esta sangre cubrir el pecado temporalmente sobre el propiciatorio, el Padre se ha provisto de un Cordero que si quita el pecado del Mundo.

Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre” (Hebreos 7: 26-28). Cristo fue declarado inocente por Pilato (Lucas 23: 1-5) y también fue declarado inocente por Herodes (Lucas 23: 6-12). La ley establece que un testimonio solo es veraz en boca de 2 o 3 testigos (Deuteronomio 19: 15), es de esta manera que las máximas autoridades encargadas del caso de Jesús, le declararon inocente, para que por su muerte inocente, nosotros mediante la fe en su sangre fuéramos declarados inocentes.

Traer la Justicia perdurable
El termino Justicia que pareciera ser de un amplio y entendido uso en nuestra lengua, dentro del contexto bíblico pareciera tener un sentido algo diferente. Citamos el diccionario de Hebreo W. E. Vine “Ha sido difícil para los expertos traducir estos dos vocablos prácticamente sinónimos (tsedeq o tsedaqah). Los exégetas han derramado mucha tinta en sus intentos de interpretar contextualmente los términos tsedeq y tsedaqah. Las conclusiones de los investigadores apuntan en dos direcciones. Por un lado, las relaciones entre personas y entre un ser humano y su Dios, habiendo fidelidad entre ellos, pueden describirse como tsedeq o tsedaqah... Por otro lado, versiones más recientes, como rvr, bvp, rva, nrv, lba y versiones católicas, optan por una traducción más relacional, «honradez». No obstante, la preponderancia de este énfasis, «rectitud» o «justicia» en sentido abstracto o jurídico de una relación, no deja de estar presente en el Antiguo Testamento… Lamentablemente, en una discusión sobre la dinámica (relacional) versus el sentido estático (abstracto) del vocablo, uno de los dos gana en las traducciones, a pesar de que ambos elementos están presentes en los vocablos hebreo”.´

De acuerdo a lo anterior Justicia puede entenderse como la relación que existe entre Dios y el hombre y esta relación tiene un carácter justo, es decir un carácter recto. Bajo los lineamientos del antiguo pacto, la relación de Dios con el hombre estaba sujeta a la rectitud de este ultimo (es decir del hombre) y solo el hombre recto podía gozar de los beneficios de relacionarse con Dios (Salmo 36: 10; 64: 10; 125: 4; Proverbios 2: 21).

Esta justicia tiene un enorme defecto, y este defecto es el hombre mismo, quien no es recto ni justo no recto “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Isaías 64: 6). El hombre en sí mismo es injusto y carece de rectitud, es por eso que sobre la base de su justicia propia, no tiene la manera de relacionase con Dios.

¿Cómo pues, Dios traerá la Justicia perdurable? Estableciendo su relación con el hombre sobre una base mas solida, una base inamovible. Esta base es su carácter, que es recto, justo, inmutable y eterno “Si fuéremos infieles, él permanece fiel; El no puede negarse a sí mismo” (2 Timoteo 2: 13).

Esta relación de rectitud, de justicia se soporta sobre la obra consumada de Cristo en la cruz (Juan 19: 30) y no tiene relación alguna con los meritos del hombre. “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Corintios 1: 29-30). Por Cristo los termino de nuestra relación con Dios han cambiado, el es el Justo y el que Justifica a los de la fe de Jesús (Romanos 3: 26).

Como Pablo decía a los efesios, “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2: 19-22). Ahora somos parte de la familia de Dios, y la base de nuestra relación es Cristo, nuestra roca, nuestro fundamento. Dios ya no nos mira sobre la base de los meritos propios, si no que nos mira a través de su Hijo Jesucristo de quien estamos todos revestidos y en quien nuestra vida está escondida. “Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gálatas 3: 25-27). “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3: 3).

Sellar la visión y la profecía
Cuando un documento es sellado, lo que se quiere dar a entender es la veracidad del mismo. Sellar la visión implica por la tanto confirmar la veracidad de la profecía y el contenido de esta. A continuación nos ocuparemos de determinar cuál ha sido el hilo conductor y el propósito mismo de la visión y la profecía.
El último libro de la Biblia, el Apocalipsis no da un principio fundamental para determinar cuál es el interés de Dios al momento de revelar sus designios y manifestaciones gloriosas “Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las boda del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19: 9-10).

… el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” Todas las manifestaciones del poder de Dios, reveladas a los profetas y a los santos hombres de la antigüedad, tenían un mismo espíritu, es decir un mismo sentir y propósito, el de revelar a Cristo, y darnos a conocer las riquezas de su multiforme gracia.

La transfiguración de Jesús
En la transfiguración del Señor Jesús (Mateo 17: 1-8; Marcos 9: 2-8 y Lucas 9: 28-36), hay varios elementos que nos permitirán profundizar el cometido que Dios tiene de sellar la visión. En este acontecimiento aparecen 2 de los personajes más representativos de la historia bíblica, Moisés y Elías.

A través de la persona de Moisés, es que Dios revelo su ley al pueblo de Israel como lo podemos notar en los libros de Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Moisés además de ser el instrumento que Dios uso para revelar su ley, llego a ser también la máxima autoridad establecida por Dios en lo referente a la ley, su práctica y defensa.

Por otra parte, Elías es el más representativo de los profetas, alguien que claramente hablaba de parte de Dios y de las exigencias mismas de su Justicia (1 Reyes 17; 18; 19). Alguien tan representativo de la profecía, que Dios decidió tomarlo antes de morir como modelo tipológico de la ascensión de nuestro Señor Jesucristo (2 Reyes 2).

Ahora regresemos a la transfiguración. Estando ambos hombres del antiguo testamento, Moisés y Elías, Pedro se ve motivado a decirle al Señor que le permita construir tres enramadas para que estos hombres pasaran allí la noche. Pero que sorpresa “Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia a él oíd”. Como Pedro cualquiera de nosotros desearía haber estado ahí, y saber lo que el Señor con estos dos relevantes personajes de la historia bíblica tuvieran que decir. Que maravillosa intervención Divina, el Padre con su Gloria esconde a Moisés y a Elías y con una voz audible dice “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia a él oíd” Cualquier cosa que Moisés o Elías pudieran comunicarnos, el Padre ahora quería comunicarla a través de su amado Hijo.

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos” (Hebreos 1: 1-3). Gloria sea dada a Dios, porque ahora el Padre nos ha hablado por el Hijo, y el Hijo es el centro de su eterno propósito. El eje mismo que le da sustancia y sentido a toda la creación.´

La ley tiene la sombra, pero no la imagen misma de las cosas (Hebreos 10: 1), pero Cristo es la “… imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación…” (Colosenses 1: 15) “En el habita corporalmente toda la plenitud de la deidad” (Colosenses 2: 9). Todo lo que Dios quiere comunicarnos de sí mismo y de su Santa Voluntad, lo ha hecho a través de su precioso Hijo. Cristo es el espíritu de la profecía, por lo tanto él es el tema unificador de la Biblia.

En Cristo la profecía ha sido sellada, es decir, ha sido declarada veraz ¿Por qué? Como hemos venido diciendo, la profecía apunta a su encarnación, alumbramiento virginal (Isaías 7: 14), el lugar (Miqueas 5: 2) y el momento de su nacimiento (Daniel 9: 25), su vida, la cual siempre estuvo dirigida a hacer la voluntad del Padre (Salmo 40: 6-8), sufrimientos (Salmo 22; Isaías 52: 13- 53; 12), el precio de su traición (Zacarías 11: 12-13) muerte (Daniel 9: 25; Salmo 22: 16; Zacarías 13: 6), resurrección (salmo 16: 10; Jonás 1: 17), los efectos de su obra en la Cruz (Isaías 55: 1-5; Ezequiel 36: 23-29) Zacarías 12: 10) y podríamos citar unos cuantas decenas de profecías mas. Pero a todas estas profecías, la historia misma ha dado testimonio del cumplimiento de todas y cada una de ellas. Ahora solo nos queda esperar el establecimiento de su reino eterno e inconmovible (Salmo 24; 45: 6-7; 72; 110; Isaías 11; 35).

En el próximo blog, nos detendremos en el mas maravilloso e importante acontecimiento del propósito de Dios "ungir al Santo de los santos". Esperamos el Espíritu Santo nos permita vislumbrar las profundidades del amor y propósito de nuestro Padre Celestial.

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