El Eterno proposito de Dios (Segunda Parte)
En este estudio nos ocuparemos de profundizar en cada uno de las cosas que el Señor se ha propuesto hacer durante las setenta semanas de la profecía de Daniel, como el marco en el que se desarrolla el Eterno proposito de Dios. la primera de ellas es:
Terminar la prevaricación
En las
dos ocasiones en que la palabra “prevaricación” se menciona en el
libro de Daniel, y de acuerda al
Diccionario W. E. Vine, debe ser entendida como el castigo por la transgresión.
Dentro de la agenda que Dios se ha colocado para cumplir su propósito, él se ha
propuesto poner fin al castigo que viene como resultado de la rebelión.
Dios
desde el huerto de Edén, estableció un principio “más del árbol de la ciencia
del bien y el mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente
morirás” (Génesis 2:16). Este principio esta soportado en la afirmación del
Espíritu a través de Pablo “Porque la
paga del pecado es la muerte…” (Romanos 6: 23). El pecado tiene un castigo,
unas consecuencias, consecuencias que Dios advirtió a la nación de Israel en el
libro de Deuteronomio capitulo 28.
Israel a
lo largo de su historia ha desobedecido a Dios, y es por esto que venido a
experimentar todas y cada una de las consecuencias de sus pecado aun hasta el
día de hoy. Al igual que la nación de Israel, nosotros hemos pecado contra
Dios, y a causa de esto merecemos un castigo unas consecuencias. Romanos 3
verso 10 y 11 nos dice que miro Dios y no hay ni uno justo, lo que a todos y
cada uno de los moradores de la tierra los convierte en injusto, y por injustos
y pecadores tienen un merecido castigo, unas merecidas consecuencias.
Pero
según la profecía del libro de Daniel Dios ha establecido un tiempo para Terminar
la prevaricación, es decir, para colocar fin al castigo que a causa de
nuestro pecado merecemos. La manera como Dios ha colocado fin a nuestro
castigo, a través de perfecto y completo sacrificio voluntario de Jesucristo en
la Cruz. El profeta Isaías nos dijo con mucha anterioridad “Mas él herido fue por nuestras rebeliones,
molido por nuestros pecados; el castigo
de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”
(Isaías 53: 5). Por la fe en Jesucristo hemos sido declarados Justos, por que
el llevo nuestro castigo, gracias a él hemos sido librados de las consecuencias
del Pecado, Cristo pagó por nuestras culpas, él saldó nuestra deuda, él costeo
los gastos de nuestro perdón para que pudiéramos tener paz para con Dios
(Efesios 2: 14; Colosenses 1: 20).
Gracias
sean dadas a Dios porque Cristo pago el precio de nuestro castigo y nos ha
liberado de este. Pero no pretendemos decir que ahora el creyente tiene
licencia para pecar, y puede entonces hacer lo que quiera. No, Cristo pago el
precio de nuestra culpa, el cual era una muerte deshonrosa y la separación
eterna de Dios.
En la
cruz de Jesús, todos los que por la fe nos hemos acercado a Dios hemos sido
incluidos, hemos sido declarados muertos, pero también hemos resucitado
juntamente con él (Romanos 6: 4-14). Ahora frente a las practica del pecado,
Dios nos ha declarado como hijos, y amados, y como a hijos el reprenderá y
disciplinara (Hebreos 12: 4-8). Pero gracias a Dios por Cristo Jesús que nos ha
librado del juicio de muerte y de separación eterna de Dios, acercándonos y declarándonos
hijos por medio de la adopción que recibimos al ser sellados por el Espíritu
Santo(Romanos 8).
Poner fin al Pecado
EL
pecado es la condición generalizada en lo que se encuentra todo ser humano
(Romanos 3:9) desde que viene al mundo (Levítico 12) y esta condición es el
resultado de la herencia que traemos de nuestro antepasado Adán (1Corintios 15:
48-49). Esta condición nos separa de Dios y nos impide relacionarnos con él al
igual que recibir sus bendiciones, pero Dios está plenamente interesado en el
hombre (Salmo 8: 3-8) y a causa de su propósito quiere salvarlo (2 Pedro 3: 9;
Isaías 43: 11).
¿Cómo
pues pone Dios fin al Pecado? “Porque lo
que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios,
enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado,
condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en
nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”
(Romanos 8: 3). Cristo condeno al pecado en su carne, llevándolo a la Cruz
muriendo allí, "sabiendo esto, que
nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del
pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6:
6). El cuerpo de pecado fue destruido por Cristo en la Cruz y nos ha librado de
la potestad del mismo, esta es la manera como Dios ha puesto fin al pecado
(Romanos 6: 7-14).
Expiar la iniquidad
La
vocablo expiar viene del hebreo kapar (כָּפַּר, H3722), que significa cubrir, propiciar
y pacificar. ¿Pero cómo Dios cubre, propicia o pacifica la iniquidad? En la
salida del pueblo de Israel de la tierra de Egipto, podemos ver con claridad el
sistema expiatorio.
Dios
determino un juicio sobre todos los primogénitos que habitaban sobre la tierra
de Egipto, sin importa su nacionalidad, Dios iba a destruir a todos los
primogénitos de esa tierra. Pero Dios tenía un propósito especial con los hijos
de Israel. Es por esto que da instrucciones a Moisés diciendo con el fin de
salvar a los primogénitos de Israel.
“Hablad a toda la congregación de Israel,
diciendo: En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias
de los padres, un cordero por familia… El animal será sin defecto, macho de un
año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras… Y tomarán de la sangre, y la
pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer. Y
aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con
hierbas amargas lo comerán… Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de
Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres
como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo
Jehová. Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y
veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad
cuando hiera la tierra de Egipto” (Éxodo 12: 3-15).
En la
salida del pueblo de Egipto vemos que víctimas inocentes, es decir los
corderos, deben morir y derramar su sangre, para que con esta sangre se marque
las casas donde el Ángel de Jehová debía pasar de largo y perdonar la vida a
los primogénitos que allí habitaban.
También
en el libro de levítico podemos entender mejor la expiación. Desde el capitulo
cuatro vemos que la manera como Dios perdona los pecados del transgresor
obedece al sistema expiatorio, es decir sistema en el que una víctima inocente
es presentada ante Dios, el transgresor se identifica con ella al colocar sus
manos sobre la cabeza de la víctima y luego lo degüella (Levítico 4: 4).
Este
principio fue establecido desde Génesis cuando el Señor para cubrir la desnudez
de Adán tomo pieles de animales y los vistió. Estas pieles de animales
implicaban el derramamiento de sangre de animales inocentes (Génesis 3: 21).
Como
sabemos, el antiguo pacto solo tiene la sombra y las figuras de los bienes
venideros, entonces ¿Cómo se expiaría definitivamente la iniquidad? Camino al
sacrifico de Isaac, Isaac pregunta a Abraham “¿dónde está el cordero para el holocausto?” a lo que Abrahán le
contesta “Dios se proveerá de cordero”
(Génesis 22: 7-8).
Durante
el tiempo del antiguo pacto, Dios se satisfacía temporalmente en la sangre de
los machos cabríos, y los corderos, pero de año en año era necesario que el
sacerdote se presentero delante de Dios, pero no sin sangre que cubriera su
pecado como también el del pueblo (Hebreos 9: 7).
Pero
era necesario que las cosas celestiales fueran purificadas con mejores
sacrificios que los levíticos (Hebreos 9: 23), es de esta manera que se hace
una realidad el texto que dice “Por lo
cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio
y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije:
He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro
está escrito de mí” (Hebreos 10:
6).
El termino que en griego corresponde a Expiación,
el que en el nuevo testamento se traduce como propiciación. El diccionario del Nuevo Testamento E. W. Vine
define el termino propiciación en relación al Romanos capitulo 3 verso 25 de la
siguiente manera “La frase
«por su sangre» ha de ser tomada en relación inmediata con «propiciación».
Cristo, por su muerte expiatoria, es el medio personal por quien Dios muestra
la misericordia de su gracia justificadora al pecador que cree. Su «sangre» da
todo el significado de la entrega voluntaria que él hizo de su vida, por el
derramamiento de su sangre en sacrificio de expiación, bajo el juicio divino
que justamente nos merecíamos como pecadores, y siendo la fe la única condición
demandada del hombre”.
La
sangre de Cristo es pues el precio que Dios paga, pero no a Satanás, si no a
las exigencias mismas de su justicia, para poder quitar el pecado del mundo,
como lo menciona Juan el Bautista a la primera manifestación pública de Jesús “Este es el Cordero de Dios de quita el
pecado del mundo” (Juan 1: 29). Mientras que los machos cabríos debías ser
sacrificados año tras año para con esta sangre cubrir el pecado temporalmente
sobre el propiciatorio, el Padre se ha provisto de un Cordero que si quita el
pecado del Mundo.
“Porque tal sumo sacerdote nos convenía:
santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que
los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de
ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del
pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra
del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre”
(Hebreos 7: 26-28). Cristo fue declarado inocente por Pilato (Lucas 23: 1-5) y
también fue declarado inocente por Herodes (Lucas 23: 6-12). La ley establece
que un testimonio solo es veraz en boca de 2 o 3 testigos (Deuteronomio 19:
15), es de esta manera que las máximas autoridades encargadas del caso de
Jesús, le declararon inocente, para que por su muerte inocente, nosotros
mediante la fe en su sangre fuéramos declarados inocentes.
Traer la Justicia perdurable
El
termino Justicia que pareciera ser de un amplio y entendido uso en nuestra
lengua, dentro del contexto bíblico pareciera tener un sentido algo diferente.
Citamos el diccionario de Hebreo W. E. Vine “Ha sido difícil para los expertos traducir estos dos vocablos
prácticamente sinónimos (tsedeq o
tsedaqah). Los exégetas han
derramado mucha tinta en sus intentos de interpretar contextualmente los
términos tsedeq y tsedaqah. Las conclusiones de los
investigadores apuntan en dos direcciones. Por un lado, las relaciones entre
personas y entre un ser humano y su Dios, habiendo fidelidad entre ellos,
pueden describirse como tsedeq o
tsedaqah... Por otro lado,
versiones más recientes, como rvr,
bvp, rva, nrv, lba y versiones católicas, optan por
una traducción más relacional, «honradez». No obstante, la preponderancia de
este énfasis, «rectitud» o «justicia» en sentido abstracto o jurídico de una
relación, no deja de estar presente en el Antiguo Testamento… Lamentablemente,
en una discusión sobre la dinámica (relacional) versus el sentido estático
(abstracto) del vocablo, uno de los dos gana en las traducciones, a pesar de
que ambos elementos están presentes en los vocablos hebreo”.´
De
acuerdo a lo anterior Justicia puede entenderse como la relación que existe
entre Dios y el hombre y esta relación tiene un carácter justo, es decir un
carácter recto. Bajo los lineamientos del antiguo pacto, la relación de Dios
con el hombre estaba sujeta a la rectitud de este ultimo (es decir del hombre)
y solo el hombre recto podía gozar de los beneficios de relacionarse con Dios
(Salmo 36: 10; 64: 10; 125: 4; Proverbios 2: 21).
Esta
justicia tiene un enorme defecto, y este defecto es el hombre mismo, quien no
es recto ni justo no recto “Si bien todos
nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de
inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos
llevaron como viento” (Isaías 64: 6). El hombre en sí mismo es injusto y
carece de rectitud, es por eso que sobre la base de su justicia propia, no
tiene la manera de relacionase con Dios.
¿Cómo
pues, Dios traerá la Justicia perdurable? Estableciendo su relación con el
hombre sobre una base mas solida, una base inamovible. Esta base es su
carácter, que es recto, justo, inmutable y eterno “Si fuéremos infieles, él
permanece fiel; El no puede negarse a sí mismo” (2 Timoteo 2: 13).
Esta
relación de rectitud, de justicia se soporta sobre la obra consumada de Cristo
en la cruz (Juan 19: 30) y no tiene relación alguna con los meritos del hombre.
“Mas por él estáis vosotros en Cristo
Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación,
santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría,
gloríese en el Señor” (1 Corintios 1: 29-30). Por Cristo los termino de
nuestra relación con Dios han cambiado, el es el Justo y el que Justifica a los
de la fe de Jesús (Romanos 3: 26).
Como
Pablo decía a los efesios, “Así que ya no
sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros
de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo
el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el
Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios
en el Espíritu” (Efesios 2: 19-22). Ahora somos parte de la familia de
Dios, y la base de nuestra relación es Cristo, nuestra roca, nuestro
fundamento. Dios ya no nos mira sobre la base de los meritos propios, si no que
nos mira a través de su Hijo Jesucristo de quien estamos todos revestidos y en
quien nuestra vida está escondida. “Pero
venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe
en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de
Cristo estáis revestidos” (Gálatas 3: 25-27). “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”
(Colosenses 3: 3).
Sellar la visión y la profecía
Cuando
un documento es sellado, lo que se quiere dar a entender es la veracidad del
mismo. Sellar la visión implica por la tanto confirmar la veracidad de la
profecía y el contenido de esta. A continuación nos ocuparemos de determinar
cuál ha sido el hilo conductor y el propósito mismo de la visión y la profecía.
El
último libro de la Biblia, el Apocalipsis no da un principio fundamental para
determinar cuál es el interés de Dios al momento de revelar sus designios y
manifestaciones gloriosas “Y el ángel me
dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las boda del
Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. Yo me postré a sus
pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y
de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el
testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19: 9-10).
“… el testimonio de Jesús es el espíritu de
la profecía” Todas las manifestaciones del poder de Dios, reveladas a los
profetas y a los santos hombres de la antigüedad, tenían un mismo espíritu, es
decir un mismo sentir y propósito, el de revelar a Cristo, y darnos a conocer
las riquezas de su multiforme gracia.
La transfiguración de Jesús
En la
transfiguración del Señor Jesús (Mateo 17: 1-8; Marcos 9: 2-8 y Lucas 9: 28-36),
hay varios elementos que nos permitirán profundizar el cometido que Dios tiene
de sellar
la visión. En este acontecimiento aparecen 2 de los personajes más
representativos de la historia bíblica, Moisés y Elías.
A través
de la persona de Moisés, es que Dios revelo su ley al pueblo de Israel como lo
podemos notar en los libros de Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Moisés
además de ser el instrumento que Dios uso para revelar su ley, llego a ser
también la máxima autoridad establecida por Dios en lo referente a la ley, su
práctica y defensa.
Por otra
parte, Elías es el más representativo de los profetas, alguien que claramente
hablaba de parte de Dios y de las exigencias mismas de su Justicia (1 Reyes 17;
18; 19). Alguien tan representativo de la profecía, que Dios decidió tomarlo
antes de morir como modelo tipológico de la ascensión de nuestro Señor
Jesucristo (2 Reyes 2).
Ahora
regresemos a la transfiguración. Estando ambos hombres del antiguo testamento,
Moisés y Elías, Pedro se ve motivado a decirle al Señor que le permita
construir tres enramadas para que estos hombres pasaran allí la noche. Pero que
sorpresa “Mientras él aún hablaba, una
nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi
Hijo amado, en quien tengo complacencia a él oíd”. Como Pedro cualquiera de
nosotros desearía haber estado ahí, y saber lo que el Señor con estos dos
relevantes personajes de la historia bíblica tuvieran que decir. Que
maravillosa intervención Divina, el Padre con su Gloria esconde a Moisés y a
Elías y con una voz audible dice “Este es
mi Hijo amado, en quien tengo complacencia a él oíd” Cualquier cosa que
Moisés o Elías pudieran comunicarnos, el Padre ahora quería comunicarla a
través de su amado Hijo.
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de
muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros
días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por
quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y
la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la
palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por
medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho
tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos”
(Hebreos 1: 1-3). Gloria sea dada a Dios, porque ahora el Padre nos ha hablado
por el Hijo, y el Hijo es el centro de su eterno propósito. El eje mismo que le
da sustancia y sentido a toda la creación.´
La ley
tiene la sombra, pero no la imagen misma de las cosas (Hebreos 10: 1), pero
Cristo es la “… imagen del Dios
invisible, el primogénito de toda la creación…” (Colosenses 1: 15) “En el habita corporalmente toda la plenitud
de la deidad” (Colosenses 2: 9). Todo lo que Dios quiere comunicarnos de sí
mismo y de su Santa Voluntad, lo ha hecho a través de su precioso Hijo. Cristo
es el espíritu de la profecía, por lo tanto él es el tema unificador de la
Biblia.
En
Cristo la profecía ha sido sellada, es decir, ha sido declarada veraz ¿Por qué?
Como hemos venido diciendo, la profecía apunta a su encarnación, alumbramiento
virginal (Isaías 7: 14), el lugar (Miqueas 5: 2) y el momento de su nacimiento
(Daniel 9: 25), su vida, la cual siempre estuvo dirigida a hacer la voluntad
del Padre (Salmo 40: 6-8), sufrimientos (Salmo 22; Isaías 52: 13- 53; 12), el
precio de su traición (Zacarías 11: 12-13) muerte (Daniel 9: 25; Salmo 22: 16;
Zacarías 13: 6), resurrección (salmo 16: 10; Jonás 1: 17), los efectos de su
obra en la Cruz (Isaías 55: 1-5; Ezequiel 36: 23-29) Zacarías 12: 10) y
podríamos citar unos cuantas decenas de profecías mas. Pero a todas estas
profecías, la historia misma ha dado testimonio del cumplimiento de todas y
cada una de ellas. Ahora solo nos queda esperar el establecimiento de su reino
eterno e inconmovible (Salmo 24; 45: 6-7; 72; 110; Isaías 11; 35).
En el próximo blog, nos detendremos en el mas maravilloso e importante acontecimiento del propósito de Dios "ungir al Santo de los santos". Esperamos el Espíritu Santo nos permita vislumbrar las profundidades del amor y propósito de nuestro Padre Celestial.
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