En estudios anteriores, llegamos a la conclusión de que la creación
entera es el escenario a través del cual Dios quiere llevar a cabo su eterno
propósito, y concluimos también que todo el propósito del Creador esta en
relación a la exaltación y proclamación de su Hijo Jesucristo como el centro y
el fin mismo de su eterno plan. El Señor Jesús eternamente y para siempre ha
hecho la voluntad de su Padre, por tanto el Padre ha decidido crear todo un
escenario para exaltarle y honrarlo de manera especial.
Pero ahora cabe hacernos una pregunta ¿Cómo encaja el hombre, la
humanidad en el eterno propósito de Dios?
Esperamos Dios a través de su poderosa Palabra nos ilumine y sea ella
quien se explique a sí misma en relación a esta inquietante pregunta, para que
sobre la base de su respuesta, nuestro andar se un andar que armonice completamente
con el propósito de Dios.
La creación
Para poder entender el papel del hombre en los planes de Dios, es de vital
importancia que entendamos la creación hecha por Dios, y entender así el diseño
de Dios para el hombre.
“En el principio Dios creó los cielos
y la tierra” (Génesis 1: 1). Cuando leemos este texto, debemos entender que
la referencia de cielo, no puede ser
entendida como el firmamento, o el cosmos, lugar donde se ubican los más
grandes cuerpos celeste, porque como vemos en relato de Génesis capitulo 1, la
bóveda de los cielos fue creada más adelante, y tras ella fueron creados los
mares, la tierra y la hierba de esta misma. Por el verso 14 de este mismo
capítulo, Dios crea las lumbreras para separar el día de la noche.
Entonces si los cielos que nosotros vemos, son los cielos en los que
existen innumerables estrellas, galaxias y cuerpos celestes ¿a qué cielos se
estará refiriendo el primer verso del capítulo uno del libro de Génesis?
En la vasta y desconocida creación de Dios, nuestro gran Creador ha
hecho todas las cosas de tal manera que puedan ser agrupadas en dos grandes
categorías, las cosas que no se ven y las cosas que
se ven, a eso es a lo que se refiere Génesis 1:1, en los cielos están
todas las cosas que no se ven y en la tierra todas las cosas que
se ven.
El cielo, hace entonces referencia a todas las cosas que Dios creo que
no se ven, y queremos decir aquellas que no se ven, no porque su tamaño es aún
menor que microscópico, y mucho menos a aquellas que están a tanta distancia de
nuestra misma galaxia, si no que nos referimos a las cosas celestiales, a las cosas del mundo espiritual, donde
ángeles en todas sus formas y presentaciones existen, el cielo, del cual
nuestro mismo Señor Jesús dijo que era el trono de Dios, ese lugar que existe
desde antes de que Dios creara el espacio, el tiempo y la materia, antes de
este universo en el cual tienen lugar todas las leyes de la física y la química
que hasta el día de hoy se han descrito y podemos explicar, sin contar los
muchos otros fenómenos a los cuales no les podemos dar explicación alguna.
Las cosas celestiales tienen una característica especial además de que
no son perceptibles a los sentidos naturales, y es que también son eternas. Son
eternas en el hecho de que no tienen fin, pero como todas las demás cosas
creadas por Dios, si tienen un principio. “no
mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas
que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (1 Corintios
4: 18). Entonces si las cosas celestiales son eternas, las terrenales son
temporales y tendrán como fin la destrucción. Dios se mudara de esta creación
como se muda un vestido (Hebreos 1: 10-12), esta creación tendrá que huir (Apocalipsis
20; 11; 21: 1) porque de los cielos vendrá la nueva creación (Apocalipsis 21:
2) nuestra patria celestiales cuyo constructor y arquitecto es Dios (Hebreos
11: 14-16).
En la creación de Dios existen dos
realidades tan verdaderas la una como la otra, una realidad es la realidad
celestial y la otra es la realidad material. Ambas existen y coexisten no como
dimensiones paralelas de mundos diferentes si no como aspectos de una misma
creación, creación que al fin y al cabo tiene el mismo propósito que en
estudios anteriores ya hemos mencionado.
La
creación del hombre
En el libro de Génesis vemos con gran
detalle la manera como Dios creó al hombre. Notemos algo muy importante,
mientras que todas las cosas hechas por nuestro Creador, fueron hechos por la Palabra
de Su poder, vemos que Dios coloca especial empeño al crear al hombre, cuando
se dice a sí mismo “hagamos al hombre”
en tanto todas las cosas incluyendo los más hermosos ángeles, arcángeles y
querubines fueron hechos por la Palabra de Dios, del hombre dijo el Señor “hagamos”. El salmista expresa “tus manos me hicieron y me formaron…”
(Salmo 119: 73). El hecho de que Yahvéh decidiera hacerse de una creatura de
una manera diferente, debe darnos entonces una pista de que esta creatura
deberá jugar un papel importante dentro del ya mencionado eterno propósito de
Dios.
¿Cuál fue entonces la materia prima con lo
que Dios creó al hombre? “Entonces Yahvéh
formo al hombre del polvo de la tierra…” (Génesis 2: 7). La materia prima
con la cual Dios creó al hombre fue el polvo de la tierra, en otros términos,
su naturaleza es terrenal, ya que fue creado con elementos visibles,
terrenales. Al hacer al hombre de esta manera era necesario dotarlo con
sentidos naturales, que le permitieran recibir la información de su medio
circundante, sentidos como lo es la vista, el tacto, el olfato, el gusto y el
oído.
Pero notemos un hecho importante en la
creación del hombre “… y soplo en su
nariz aliento de vida…” siendo el hombre un ser creado a partir de material
terrenal, Dios le da algo que pertenece a la esfera celestial, su soplo, que en
hebreo bíblico es lo mismo que espíritu. Dios doto pues al hombre con un
espíritu, podemos ahora decir con certeza que este hombre estaba plenamente
capacitado para percibir todas las cosas que en la esfera terrenal sucedían, al
mismo tiempo que lo estaba para percibir las que acontecían en la esfera
celestial.
Dios estaba plenamente interesado en hacerse
de una criatura que pudiera moverse al mismo tiempo en los dos aspectos de una
única creación, las dimensiones espirituales y naturales, es de esta manera que
al formar al hombre del polvo de la tierra, toma un elemento simple y de gran
abundancia, es en este sentido que la afirmación del apóstol cobra total
sentido “Pero tenemos este tesoro en
vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”
( 1Corintios 4: 7).
¿Qué es pues el polvo de la tierra? No es más, que la más
insignificante suma de todos los elementos más comunes de la creación. En el
polvo de la tierra no hallaremos, oro, plata, o piedras preciosas, elementos de
los cuales fue hecho el más hermoso de todos los ángeles, quien a casusa de su
belleza se ensoberbeció y se creyó en el derecho de ser igual al Señor y
rebelarse contra él “Tú que decías en
tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios,
levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del
norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isaías 14:
13-14).
Dios ha creado al hombre de lo más insignificante, para que se cumpla
su Palabra que es eterna e inmutable, “Pues
mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni
muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios,
para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para
avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y
lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su
presencia” (1 Corintios 1: 26-28). El Señor ha credo pues al hombre el polvo de
la tierra, para que nunca se ensoberbezca ni se exalte su corazón, pero en el
interior, en el vaso de barro, ha colocado la más maravillosa pieza, le ha dado
espíritu, para que siendo natural, también pueda habitar en la dimensión de lo
celestial, de lo espiritual.
Ser
viviente: Cuando el Espíritu entra en contacto con el cuerpo hecho a base de
polvo de la tierra, el hombre es un ser viviente, es decir, esta unión de dos
dimensiones dan origen al alma. Así como el cuerpo recibe información de su
medio circundante a través de los sentidos naturales, y el espíritu recibe
información de su medio a través de los sentidos naturales, el Señor dota al
hombre con el alma, allí donde residen el intelecto, las emociones y la
voluntad, es a través de esta dimensión del ser humano, que este puede
interpretar la información recibida de ambos mundos, y darles una
interpretación personal, entender, conocer lo que pasa, darle sentido y ponerle
emoción, al igual que sobre la base de la información recibida por sus sentidos
naturales y espirituales, tomar decisiones.
Lo
más maravilloso
“¡Oh
Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto
tu gloria sobre los cielos; De la boca de los niños y de los que maman,
fundaste la fortaleza, A causa de tus enemigos, Para hacer callar al enemigo y
al vengativo. Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas
que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el
hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles,
Y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus
manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, Y
asimismo las bestias del campo, Las aves de los cielos y los peces del mar;
Todo cuanto pasa por los senderos del mar. ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán
grande es tu nombre en toda la tierra!” (Salmo 8).
El Salmista hace una pregunta trascendental
¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para
que lo visites? Y es de vital importancia que nos unamos a su pregunta ¿Qué hay
de especial en el hombre frente a los demás seres creados por Dios, para que
Dios se tome el tiempo de hacerlo con sus manos y coronarlo de favores y
beneficios?
Sigamos en el capitulo uno de Génesis “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a
nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” (Génesis 1: 26). De entre todas las cosas creadas, Dios ha hecho
lo más maravilloso en el hombre, Dios decidió hacer al hombre, a Su Imagen, y
conforme a Su Semejanza. Esto es maravilloso, ni siquiera aquellos seres de la
Palabra que se dice son de oro, topacio, carmesí y piedras preciosas, llevan la
imagen de Dios, lo más glorioso que Dios ha hecho en toda su creación, es
colocar Su Imagen en el hombre, que glorioso y más maravilloso misterio, el
hombre fue creado para llevar la imagen de Dios.
“Y
creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los
creó” (Génesis 1: 27). Que maravilloso texto, no solo Dios se propuso hacer
al hombre a Su Imagen y Semejanza, si no que lo que Dios propone en su corazón,
el lo ejecuta. Gloria al Señor que él no es como muchos de nosotros que estamos
llenos de buenas intenciones, y de buenos comienzos y deseos, pero dejamos las
cosas incompletas ¡No! Él no es así, el no es como nosotros “persuadidos que el
que empezó la buena obra en nosotros, la terminara”.
La
imagen de Dios
¿Cuál, o cómo será la Imagen de Dios? ¿A
caso tiene nuestro Dios una imagen? Génesis nos dice que el hombre fue creado a
imagen y semejanza de Dios, entonces deberemos concluir que en efecto, Dios
tiene una imagen; pero entonces ¿Cuál es su imagen?
“El es
la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación” (Colosenses
1: 15), “…el cual, siendo el resplandor
de su gloria, y la imagen misma de su sustancia…” (Hebreos 1: 3). La imagen
que Dios tiene de sí mismo, es el Hijo, Jesús, el Cristo, nuestro Señor, Él es
la Imagen del Dios invisible, el es el resplandor de su gloria. Detengámonos un
poco en la visión que tuvo el profeta Ezequiel para que con la ayuda del
Espíritu Santo podamos tener una dimensión más precisa de la Imagen de Dios, la
cual es su Hijo Jesucristo.
“…Esta
fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová…” (Ezequiel 1: 28). A
lo largo del Capitulo uno de Ezequiel, el profeta relata lo que fue la visión
de la semejanza de la gloria de Jahve, en esta visión encontraremos
varios elementos, nos detendremos en los cuatro seres vivientes con semejanza
de hombre.
Cuatro
seres vivientes con semejanza de hombre: “y en
medio de la figura cuatro seres viviente. Y esta es su apariencia: había en
ellos semejanza de hombre5… Cada uno tenía cuatro caras y cuatro ala6…
El aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león al lado derecho de
los cuatro, y cara de buey a las izquierda de los cuatro; asimismo había en los
cuatro cara de águila10” (Ezequiel 1). La figura de la que viene
hablando el texto, es un viento tempestuoso y una gran nube con un fuego
envolvente alrededor de él, un resplandor y en medio del fuego algo que parecía
como bronce refulgente. Durante la permanencia del pueblo de Israel en el
desierto, nunca se aparto la columna de fuego de noche ni la nube de día
(buscar cita) y esta columna tenía varios propósitos, significar la presencia
de Dios con el Pueblo de Israel, darles descanso evitando que el sol los
fatigara de día y la luna de noche, al igual que decirles el camino por donde
debemos andar. Israel fue llevado al desierto con el fin poner a prueba su
confianza en el Señor, al igual de que su mente fuera renovada y la mentalidad
de esclavos quedara atrás, y por ultimo hacer morir la generación que aun tenía
sus ojos puestos en Egipto y en la vida pasada.
El perfeccionamiento del carácter del pueblo
se daría en medio del agotador y abrazador calor diurno del desierto, y del
penetrante frio de la noche. Cuando somos rescatados de la mano del príncipe de
este mundo, el Señor nos introduce en el camino de desierto, donde nuestro
carácter debe ser tratado y llevado a la estatura de Cristo, pero como el
pueblo de Israel en medio del desierto, así Cristo nos ha sido provisto como
una nube que nos guarda del calor intenso y del frio inclemente, el nos ha dado
su yugo que es fácil y su carga que es ligera, a fin de tomar la nuestra y
traernos a la libertad gloriosa con la que él nos ha hecho libres. El Señor es nuestro protector, pero también es
quien nos indica el camino por donde debemos andar, así como la nube les decía
cuando emprender la marcha y cuando descansar, Nuestro amado Jesús el Camino a nuestra tierra prometida, al
Padre.
A Cristo, le vieron irse en las nubes, pero él
dijo de si mismo que le veríamos venir en las nubes, al igual que el testimonio
de aquellos varones que se dirigieron a los discípulos diciéndoles “Y estando ellos con los ojos puestos en el
cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones
con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por
qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros
al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1: 10-11).
Apariencia
como fuego: Los metales preciosos se prueban con fuego, de la misma manera la
Piedra que fue desechada por los edificadores, que ha venido a ser escogida y
preciosa para Dios, fue probada por el fuego. El carácter de Jesús fue probado
en todo tiempo, aun desde el momento y lugar de su nacimiento, él reunión todas
las características y satisfizo todas las exigencias proféticas que permitirían
identificarle como el Mesías Hijo de Dios. Durante toda su vida, su carácter
fue puesto a prueba, desde su niñez cuando predicaba en el templo, hasta que en
su edad adulta fue introducido en la vida pública, cuando fue abiertamente
tentado por Satanás, y durante todo su ministerio cuando tuvo que soportar
diferentes cuestionamientos y acusaciones de los que no simpatizaban de su
doctrina, pero siempre se mostro inamovible, intachable, respondiendo a cada
cual como correspondía y dando luz de su insondable sabiduría. Pero la mayor
prueba fue cuando iba a ser entregado, quien en medio de su angustia clamo al
padre preguntándole que si era posible que pasara de él esa copa, pero que no
se hiciera su voluntad humana, si no la del Padre que le había enviado. En su traición y padecimientos rumbo a la
cruz, Jesús, siguió cumpliendo todas las exigencias proféticas que le
identificarían como redentor, y aun en la Cruz, su carácter no tubo sombra
alguna de variación, se mantuvo firme hasta la muerte, teniendo en su poder la
capacidad de destruir la Cruz y a todos
los que allí lo habían puesto, por amor al Padre y a cada uno de nosotros se
mantuvo hasta la muerte. Pero en la muerte su vida fue puesta a prueba, porque
aun ni la muerte con su aguijo, pudo detenerlo. Al tercer día se levanto de
entre los muertos y ahora está a la diestra del Padre preparándonos morada para
que habitemos con él. Él ha sido pasado por el fuego y aprobado en todos sus
caminos. El es la Imagen de Dios.
Bronce
refulgente: En la antigüedad, los espejos de las mujeres se hacían de bronce
(Éxodo 38: 8), y como es obvio los espejos sirven para vernos a nosotros mismo,
para ver allí nuestro reflejo. De manera providencial, el Señor pidió durante
la construcción del tabernáculo diferentes materiales para edificar el
Tabernáculo, al igual que su mobiliario, entre los materiales allí pedidos,
estaba el bronce, y uno de los muebles que
más bronce tenia, era el altar de bronce, o altar del holocausto (Éxodo
38: 1-8). En este altar se ofrecían los holocaustos y sacrificios para Dios.
Cuando el hombre se mira a sí mismo, como
quien se mira al espejo, se halla pecador y concluye necesita el perdón de
Dios. Esa era la primera condición para acercarse al altar de bronce, reconocer
la condición pecadora, pero el asunto no termina ahí, era necesaria la
expiación, o muerte sustitutiva de una víctima inocente en lugar de aquel
pecador culpable. La única manera en que el hombre se puede acercar a Jesús es
humillándose a si mismo y reconocerse pecador, al igual que reconocer la
necesidad de un sustituto que derrame su Sangre a causa de sus pecados.
Podemos concluir que el bronce refulgente en
la Palabra de Dios debe ser interpretado como Juicio, el Justo juicio de Dios a
causa del pecado del hombre, pero Cristo como la Imagen de Dios, tiene toda la
apariencia del bronce refulgente, porque en él fue emitido el Justo Juicio de
Dios para perdón de los pecadores.
Aun no hemos terminado de meditar los
diferentes aspectos de Cristo como la imagen de Dios expresados en la visión
del profeta Ezequiel. En el siguiente estudio, contemplaremos qué relación hay con
los cuatro seres vivientes, sus diferentes rostros y la imagen de Jesús. Es de
vital importancia que prestemos mucho interés a la Imagen de Dios manifestada
en su Hijo Jesucristo, a fin de que podamos entender a que se refiere el texto
de Génesis, cuando dice que el hombre fue creado a Imagen y semejanza de Dios,
y así podremos tener más claridad de cómo es que el hombre encaja dentro del
eterno propósito de Dios.