En el momento mismo en que el hombre
no oyó con fe a la voz de Dios y peco, fue destituido de la gloria de Dios
(Romanos 3:23), se encontró a si mismo desnudo, desprotegido y separado de su
Creador. Esta es la condición generalizada de todos los hombres sin excepción
alguna, todos estamos bajo pecado. “¿Qué
pues? ¿Somos mejores nosotros que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos
acusado a judíos y gentiles que todos están bajo pecado” (Romanos 3:9).
La Religión de Adán
Cuando le hombre se percata de su
condición desprotegida y separada de Dios, busca la manera de solucionar sus
problemas. Es Adán quien da origen a las primeras formas de religión, cuando,
al verse desnudo, busco por sus propios medios la forma de resolver su
situación "...entonces cosieron
hojas de higuera, y se hicieron delantales" (Génesis 3:7).
¿Con que eficacia podría solucionar
la desnudez delantales hechos de hojas? Podemos ver como el hombre busca
maneras de resolver sus problemas, pero sus soluciones son insuficientes.
Es por eso que Dios sale al encuentro
con soluciones propicias a las necesidades del hombre "Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer
túnicas de pieles, y los vistió" (Génesis 3:21). El hombre es incapaz
de resolver el problema de su condición en relación Dios, pero Dios tiene la
respuesta necesaria y suficiente para este problema.
La Religión de Caín
También está el Caso de Caín, a
quienes muchos acusan de haber tomado de los peor de la tierra para llevarlo a
Dios, contrario de lo que encontramos en el libro de Genesis 4:1-5 y de manera
más especifica en Hebreos 11:4 "Por
la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual
alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y
muerto, aún habla por ella". Este texto coloca la ofrenda de Caín en
el plano de la excelencia, pero también aclara que más excelente fue la ofrenda
de Abel. ¿Dónde radica pues la diferencia entre ambas ofrendas?
Radica en que Caín apelo a su
capacidad personal de agradar a Dios a través de los meritos propios, es decir,
mientras Abel tomo un cordero, el cual no le había costado ningún trabajo
obtener, más allá que tomarlo de la majada, Caín tomo del fruto de la tierra.
En Génesis 3:17-18 dice "Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la
voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de
él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los
días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del
campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la
tierra..." Este texto nos muestra los esfuerzos que Dios estimo
necesarios para que el hombre pudiera obtener el fruto de la tierra, como
resultado de su condición caída.
En Caín vemos otro ejemplo de un hombre
religioso que hace uso de sus propias maneras y de sus propios esfuerzos para
acercarse y agradar a Dios. Cuando el Señor en Génesis 3:18 vistió al hombre
con pieles, estableció un principio que también leemos en Hebreos 9:22 "... y sin derramamiento de sangre no
se hace remisión".
Romanos 10:17 nos dice "La fe es por el oír y el oír por la palabra de Dios" Abel oyó
con fe, la manera como Dios resolvió el problema de Adán y Eva, es por esto que
Abel en el tiempo de llevar ofrenda al Señor, tomo un cabrito de la manada, de
la manera como Dios lo había establecido, en Génesis 3:21, en tanto que Caín
apelo a su capacidad personal de honrar a Dios.
Como Adán y Caín, desde tiempos
antiguos, el hombre ha venido desarrollando diferentes sistemas de moral y de
meritos, a fin de buscar solucionar el problema de su condición desnuda,
desprotegida y separada de Dios. Hoy conocemos hay una gran diversidad de
religiones, filosofías y diferentes sistemas que pretenden llevar al hombre
hacia Dios, o elevar su condición, pero todos estos sistemas, se basan en las
obras del hombre y las capacidades del mismo para tratar de mejorar su
condición y llegar a Dios.
Un Aspecto Práctico
Podríamos decir en términos más
prácticos, que la religión es la manera como el hombre busca acercarse a Dios,
y esta manera siempre está basada en el “parecer del hombre” al igual que en
los meritos del mismo, para satisfacer las exigencias de la Justicia de Dios.
Los sistemas religiosos humanos se
basan en la confianza del hombre en sí mismo, en sus capacidades, es sus
opiniones, en sus buenas obras, en lo que el hombre pueda hacer por si solo
para salvarse de su condición, pero como veremos más adelante, Dios ha
establecido un sistema religioso, pero este sistema religioso no tiene ninguna
confianza en la capacidades del hombre, sino que descansa plenamente en lo
capacidad ilimitada de Dios por salvar al hombre.
El Interés de Dios
El Señor es el Creador de todo cuanto
existe, cielos y tierra son obras de su poder, y esta creación misma es el
escenario en el cual él desea desarrollar su eterno propósito. De entre todas
sus criaturas, lo ángeles, las plantas, los anímales, el hombre, Dios tiene un
interés especial en el hombre, como expresa el Salmista: “Cuando veo tus cielos, obra de tus
dedos, La luna y las estrellas que tú
formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para
que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has
hecho poco menor que los ángeles, Y lo
coronaste de gloria y de honra. Le
hiciste señorear sobre las obras de tus manos;
Todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, Y
asimismo las bestias del campo, Las aves de los cielos y los peces del
mar; Todo cuanto pasa por los senderos
del mar” (Salmo 8:4-8).
Lo que es imposible para el hombre es posible para Dios
En el evangelio de Marcos (10:17-31) encontramos
una conversación muy interesante que Jesucristo sostiene con alguien a quien tres
de los evangelios coinciden que era rico e importante en su contexto. Este
hombre se acerca a Jesús y le pregunta “Maestro
bueno ¿Qué hare para heredar la vida eterna?”. Esta es sin duda, es una de
las principales preguntas que cualquier religión está interesada en contestar.
La respuesta de Jesús es demasiado obvia, como cualquier religión contestaría “Los mandamientos sabes: No adulteres. No
mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No
defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.”
Esta es
la respuesta que cualquier persona apegada a la religión quisiera escuchar, una
respuesta que hace al hombre responsable de su propia Salvación.
Aquel
hombre era un buen observador de las tradiciones Judías y de la ley mosaica, y tenía
un plena confianza en su vivir apegado a las exigencias de esta ley, es así que
este hombre dice “Maestro, todo esto lo
he guardado desde mi juventud”, por lo cual esperariamos que Jesús contestara
“Si has hecho estas cosas ya has heredado la vida eterna”. Pero Cristo
mirándole y amándole le replica “Una cosa
te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro
en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz” frente a la insistencia del
Joven en relación a su salvación, Jesús no le contesta lo que quería escuchar,
le contesta lo que debe saber, aunque esta respuesta resultara en que aquel
joven se fuera triste en su corazón.
Frente a
tal conversación los discípulos reaccionan de la siguiente manera “Ellos se asombraban aun más, diciendo entre
sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?” Es frente a tan grande contradicción
que Jesús habla abiertamente de la manera como el hombre puede ser salvo “Para los hombres es imposible, mas para
Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios”.
Esto
está en perfecta armonía con lo que dice el profeta Isaías “Yo soy Jehová, y fuera de mí no hay quien
salve” (Isaías 43:11). La Salvación tan anhelada y perseguida por todas las
religiones del mundo, no está al alcance de los meritos o las capacidades de
ningún hombre, nadie puede salvarse a sí mismo.
Como dice Pablo “¡Miserable de mí!
¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo
Señor nuestro…” (Romanos 7:24-25). Nuestra condición, es una condición de miseria, de
desesperanza, de impotencia frente al asunto de la Salvación, pero gracias sean
dadas a Dios por su precioso Hijo Jesucristo, porque él es el Camino, la Verdad
y la Vida, y nadie puede llegar al Padre si no es por él.
El Fariseo y el Publicano
Lucas en su evangelio
cita una parábola la cual nos ayudara a entender las dimensiones de la
verdadera religión.
“A
unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres
subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo,
puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque
no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este
publicano; ayuno dos veces a la semana,
doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni
aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé
propicio a mí, pecador. Os digo que éste
descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se
enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:9-14).
Notemos
como empieza la parábola “A unos que confiaban en sí mismo” Como mencionamos,
todas las religiones se basan en lo que el hombre puede hacer por sí mismo para
llegar a Dios o cumplir con sus exigencias, por lo tanto la confianza de los que
tales religiones practican esta puesta en sí mismo, y por defecto, no está
puesta en Dios.
Los
fariseos son religiosos por excelencia, son personas que en cuanto a las
exigencias de la religión eran irreprensibles. Ellos no podían ser acusados de
robo, adulterio, mala higiene, entre otras malas prácticas, porque
definitivamente ellos no hacían ninguna de estas cosas.
Entonces ¿Por
qué Jesús se refiere a ellos como sepulcros blanqueados? (Mateo 23:27). En el
sermón del monte, Jesús hace algunas observaciones, entre ellas se refiere al
adulterio, “Oísteis
que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira
a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón…” (Mateo
5:27-30).
¿Cómo
podría sentirse un fariseo que nunca había cometido adulterio, pero que alguna
vez había deseado en su corazón a una mujer diferente a su esposa, frente a tal
afirmación de Jesús? Es en este contexto donde la afirmación de “Sepulcros
blanqueados” tiene sentido, en el escenario de hombres y mujeres cuyas
apariencias externas son muy buenas, pero la condición interior está lejos de
las exigencias elevadas de la moral que Cristo vino a mostrarnos en su
evangelio.
Las marcas de la naturaleza de pecado
Posiblemente
como cristianos hayamos dejado atrás algunas de las manifestaciones externas
del pecado, mencionadas en Gálatas 5:19-21 “Y
manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras,
contiendas, disensiones, herejías,
envidias, homicidios, borracheras,
orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como
ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el
reino de Dios”.
Probablemente
en algún tiempo practicamos el adulterio, fornicación, inmundicia,
idolatría, hechicerías, borracheras y herejías, y ahora que
conocemos del Señor, hemos dejado todas estas prácticas atrás. Y seguramente
nunca hemos practicado los homicidios ni las orgias. Pero ¿qué hay de
las manifestaciones más sutiles como, lascivia, enemistades, pleitos, celos, iras,
contiendas, disensiones, mentiras, divisiones y envidias? Entre otras.
Frente a la denuncia que acabamos de
hacer de algunas manifestaciones más tenues
de la carne ¿Cómo podríamos decir que esta nuestra conciencia? ¿Entenebrecida?
¿Cauterizada? ¿Con cuántas de estas expresiones ligeras de la carne nos hemos
acostumbrado a vivir?
El hombre nace separado de Dios, no por
las cosas que haga o deje de hacer. ¿Qué podrá hacer o dejar de hacer un bebe
de unos minutos de nacido? El hombre viene al mundo separado de Dios, no por
sus buenas o malas acciones si no por lo que el hombre en sí mismo es.
La lepra y la condición general del hombre
Todo hombre nacido de mujer, ha sido
formado en maldad y concebido en pecado (Salmo 51:5). No importa nuestro origen
racial, étnico o de género, todos estamos bajo pecado (Romanos 3:9), y a causa
de nuestra lamentable condición estamos separados y destituidos de la gloria de
Dios (Romanos 3:23).
En el libro de levítico el Señor da
unos límites muy definidos en relación a la enfermedad de la lepra, su diagnostico y el trato que
debía recibir aquel quien fuese diagnosticado con tan humillante enfermedad.
C.H.M. menciona en su comentario al libro de levítico.
“Desde el punto de vista físico no
hay nada más asqueroso que esta enfermedad; y, siendo incurable, ofrece una
figura de las más vivas y aterradoras del pecado: del pecado en nosotros, del
pecado en nuestras circunstancias, del pecado en una asamblea. ¡Qué lección
para el alma que una enfermedad tan horrorosa y humillante sea empleada para
representar el mal moral, sea en un miembro de la asamblea de Dios, sea en las
circunstancias de uno de estos miembros, sea en la asamblea misma!”
(C.H.M. Estudio sobre el libro de levítico capitulo 13 y14).
La
lepra debe ser considerada como tipo del pecado en el hombre y de su acción
corruptora y sin solución alguna.
Esta
enfermedad que impedía a cualquier judío practicar su culto y tener comunión
con Dios, representa los efectos que el
pecado tiene en la vida del hombre. De la misma manera como aquel que fuera
diagnosticado con una pequeña mancha de lepra, era separado del campamento y
por ende del culto levítico, así fue separado Adán y echado fuera de la
presencia de Dios en Edén. Desde entonces todos hemos nacido fuera de Edén,
todos a causa del pecado de Adán llevamos la mancha del pecado en nosotros “Porque
por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren,
también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:21-22)
y por ende estamos impedidos para tener comunión con Dios.
¿Qué
podía hacer un hombre declarado inmundo al estar excluido de la congregación?
¿Acaso podía este volver al campamento? ¿Había algo que él pudiera hacer por sí
mismo para volver a la congregación de Israel? De la misma manera como un
leproso no podía hacer nada para solucionar su lepra y mucho menos para volver
al campamento, así mismo no hay nada que hombre alguno pueda hacer para
resolver su problema de pecado, y mucho menos para volver al Edén.
Un Sumo Sacerdote que traspaso los cielos
En el
evangelio de Juan, Jesús afirma “Nadie
subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está
en el cielo” (Juan 3:13). Como
ninguna persona diagnosticada de lepra podía ir en busca del sacerdote, de la
misma manera ningún hombre pecador,
puede ir al encuentro de su Sumo Sacerdote, el cual es Cristo, es por esto
Jesucristo, descendió del cielo, así como el sumo sacerdote iba al encuentro
del leproso a las afuera del campamento. “Esta
será la ley para el leproso cuando se limpiare: Será traído al sacerdote, y éste saldrá fuera del campamento y lo
examinará; y si ve que está sana la plaga de la lepra del leproso, el sacerdote mandará luego que se tomen para
el que se purifica dos avecillas vivas, limpias, y madera de cedro, grana e
hisopo” (Levítico 14:1-4).
“Jehová Desnudo su Santo Brazo ante los ojos
de las naciones, y todos los confines de la tierra verán las salvación del Dios
nuestro” (Isaias 55:10) “Por tanto,
teniendo un gran sumo sacerdote que traspaso los cielos, Jesús el Hijo de Dios,
retengamos nuestra profesión” (Hebreos 4:14). Cristo vino a nuestro
encuentro, nosotros no podíamos acercarnos de ninguna manera a Dios, el camino
hacia él estaba custodiado “… por
querubines y una espada encendida que se revolvía por todos lados para guardar
el camino al árbol de la vida” (Génesis 3:24), pero él ha venido a nuestro
encuentro y ha abierto de nuevo el camino hacia el Padre “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo
por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a
través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la
casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe,
purificados los corazones de mala
conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Hebreos 10:19-22).
De vuelta al campamento
¿Cómo es
eso de “Esta será la ley para cuando el leproso se limpiare”? ¿Está a
caso en las manos del leproso la solución de su enfermedad? En el capítulo 13
de levítico leemos “Mas si brotare la
lepra cundiendo por la piel, de modo que cubriere toda la piel del llagado
desde la cabeza hasta sus pies, hasta donde pueda ver el sacerdote, entonces éste le reconocerá; y si la lepra
hubiere cubierto todo su cuerpo, declarará
limpio al llagado; toda ella se ha vuelto blanca, y él es limpio”
(Levítico 13:12-13).
C.H.M.
nos dice:
“Desde el momento que un pecador ocupa
su verdadero lugar ante Dios, está terminada la cuestión. Desde que manifiesta
su verdadero carácter, desaparecen todas las dificultades. Quizá tenga que
pasar por penosas experiencias antes de llegar a esto; experiencias resultantes
de negarse a ocupar su verdadero lugar, confesando toda la verdad sobre lo que
él es; pero desde el instante en que se decide a decir de todo su corazón,
"tal como soy", la gracia gratuita de Dios llega hasta
él. "Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el día.
Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano." (Sal. 32:3-4). ¿Cuánto
tiempo duró este penoso estado? Hasta que el mal oculto en el interior salió
abiertamente a la superficie. "mi pecado te declaré, y no encubrí mi
iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado"
(Vers. 5)…
… La gracia de Dios es para los
pecadores Y cuando nos reconocemos pecadores, nos contamos entre los que Cristo
vino a salvar. Cuanto más claramente se nos demuestre que somos pecadores, más
claramente quedará probado nuestro derecho al amor de Dios y a la obra de
Cristo. "Porque también Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los
injustos para llevarnos a Dios" (la. Pedro 3: 18). Luego, si somos
"injustos", formamos parte de aquellos por los cuales murió Cristo, y
tenemos derecho a todos los beneficios de su muerte. "No hay justo alguno
sobre la tierra", y como estamos "sobre la tierra", es evidente
que somos "injustos", y es asimismo evidente, que Cristo murió por
nosotros, que padeció por nuestros pecados, y ya que Cristo murió por nosotros,
poseemos el feliz privilegio de poder entrar en el gozo inmediato de los frutos
de su sacrificio. No puede ser más evidente, y no exige ningún esfuerzo. No se
nos exige que seamos diferentes de lo que somos.
No somos llamados a sentir,
experimentar o realizar cosa alguna por nosotros mismos. La Palabra de Dios nos
asegura que Cristo murió por nosotros, tales como somos, y si murió por
nosotros, estamos tan seguros como lo está El mismo. No hay nada contra
nosotros; Cristo lo ha satisfecho todo. No sólo sufrió por nuestros
"pecados", sino que "ha quitado el pecado". Ha
abolido todo el sistema en el cual estábamos, como hijos del primer Adán, y nos
ha colocado en una nueva posición en su compañía; y allí estamos delante de
Dios, libres de toda imputación de pecado y de todo temor de juicio.” (C.H.M.
Estudio sobre el libro de levítico capitulo 13 y14).
Cristo
ha venido a nuestro encuentro, traspaso los cielos y se ha acercado a nosotros,
debemos entonces confesar nuestra condición, dejar de lado toda esperanza en
nosotros mismos, en lo que podamos hacer, y caer rendidos a sus pies
reconociéndole como nuestro único y suficiente salvador, el único en quien esta
puesta nuestra entera y total confianza, el único que puede rescatar de hoyo
nuestra vida, coronarnos de favores y saciar de bien nuestra boca.
La verdadera religión
Como
mencionamos anteriormente, todos los sistemas religiosos diseñados por el
hombre, ponen sus esperanzas en lo que el hombre pueda hacer por sí mismo para
acercarse a Dios, y en este ejercicio, los que tales religiones practican buscan
cambiar la apariencia externa de sus prosélito, pidiéndoles que hagan o dejen
de hacer, de la misma manera que la religión Judía así lo hace “Mirad que nadie os engañe por medio de
filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a
los rudimentos del mundo, y no según Cristo… Por tanto, nadie os juzgue en
comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo,
todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo…
Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto
voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno
contra los apetitos de la carne” (Colosenses 2:2; 16-17; 23).
Todas
las religiones invitan a diferentes formas de ascetismo, de cambio de la
apariencia externa, de lo que se hace, o se deja de hacer, de lo que se come o
no se come, de lo que se dice o no se dice, de que días son importantes y
cuáles no, pero como dijo el apóstol Pablo “Pero
no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne”.
El
problema del hombre como ya lo hemos venido mencionando no está en su obras,
está en lo que en sí mismo es, en su condición interior, en sus pensamientos,
deseos y motivaciones mas secretas y al mismo tiempo más oscuras. Radica en que
el hombre tiene su conciencia entenebrecida, cauterizada. Frente a esta
condición, no hay religión humana que pueda dar solución a este problema.
“Lo cual es símbolo para el tiempo presente,
según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que
practica ese culto, ya que consiste
sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la
carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas” (Hebreos 9:9-10).
"Porque la ley, teniendo la sombra de los
bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos
sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se
acercan. De otra manera cesarían de
ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya
más conciencia de pecado” (Hebreos 10:1-2)
El autor
de esta carta, rescata una profunda verdad, la religión no puede hacer prefecto
en cuanto a la conciencia al que practica este culto.
Nuevamente
podemos decir ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo Señor nuestro! Porque
el vino a establecer una nueva y verdadera religión, una religión que si cambia
al hombre en los más profundo de sus entrañas, una religión que dota y capacita
al hombre para andar en novedad de vida y hacer morir las obras de la carne.
“Porque si la sangre de los toros y de los
machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican
para la purificación de la carne, ¿cuánto
más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí
mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para
que sirváis al Dios vivo?” (Hebreos 9:14-15).
La
Sangre de Cristo ha sido rociada en nuestros corazones, y podemos dar gracias a
Dios porque ella ha limpiado nuestras conciencias de obras muertas para que
sirvamos al Dios vivo.
En La
Primera carta de Pedro el Espíritu Santo afirma “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del
Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y
paz os sean multiplicadas” (1 Pedro 1:2). La acción purificadora de la
Sangre de Jesús en la vida del creyente es la única posibilidad que este mismo
tiene de ser obediente a las santas exigencias de Dios.
La
Sangre de Cristo purifica nuestras conciencias, librándolas de obras muertas y
dándonos una conciencia limpia, que no tiene confianza alguna en las
capacidades del hombre, si no una plena y absoluta confianza en lo que
Jesucristo ha hecho de una vez y para siempre por todos los hombres, dejando
todos los beneficios de su obra redentora y salvadora al alcance de todos los
que han perdido toda esperanza en sí mismos y aceptan humildemente que en
Cristo han sido colocados en un nueva y perfecta relación con Dios.
¿Cómo opera esta nueva religión?
En su
reunión con Nicodemo Jesús nos enseño “De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios” (Juan 3:3). La expresión que acá se traduce como “nacer de
nuevo” viene de las palabras en Griegas gennao (γεννάω, Strong G1080) que
significa principalmente engendrar y
anothen (ἄνωθεν, Strong G509) que
significa de lo alto. Lo que nos
lleva a una traducción más literal “nacer de lo alto” ¿Acaso tiene sentido esta
traducción más literal?
Nicodemo pregunta “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por
segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” En el
plano natural es imposible que un hombre vuelva al vientre de su madre y nazca
de nuevo. ¿Qué quería decir entonces Jesús? El Señor replica de nuevo “De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” El
agua representa la Palabra de Dios y su acción purificadora (Efesios 5:26) y la
Palabra de Dios no está desligada del Espíritu mismo de Dios, ya que su Palabra
es Espíritu y es Vida (Juan 6:36).
La
Palabra en el Creyente produce Fe (Romanos 10:17), discierne las pensamientos y
las intenciones del corazón (Hebreos 4:12), trae luz (Salmo 119:105), es fuego
purificador (Jeremías 23:29). No hay religión alguna ni obra que hombre alguno
pueda hacer para producir esta acción en el hombre, son estas acciones las que
hacen posible que el hombre pueda nacer de nuevo.
¿Cómo es
que el hombre puede ser engendrado de nuevo? Cuando atendemos con fe a la
Palabra de Dios, su Santo Espíritu cumple lo prometido en el libro de Ezequiel
“Esparciré sobre vosotros agua limpia, y
seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os
limpiaré. Os daré corazón nuevo, y
pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón
de piedra, y os daré un corazón de carne.
Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis
estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Habitaréis en
la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré
a vosotros por Dios” (Ezequiel 36:25-28).
El nuevo nacimiento
Pablo
pregunta a los Gálatas “Esto solo quiero
saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el
oír con fe?” Y de nuevo les replica ¿Aquel,
pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, “¿lo hace por las obras de la ley, o por el
oír con fe?” (Gálatas 3:2; 5).
El nuevo
nacimiento es entonces el hecho de que el Espíritu Santo de Dios venga a morar
en la vida del Creyente como resultado de oír con fe a la Palabra de Dios
(Efesios 1:13-14). Es la adopción que recibimos como hijos (Juan 1:12-13) al
ser sellados con el Santo Espíritu de Dios (1 Corintios 1:22; Efesios 4:30), el
mismo que engendro en María al nuevo Hombre, a Cristo el Hijo Dios Hecho hombre
(Lucas 1:35).
Dios no
está interesado en mejorar al hombre, en cambiar su apariencia externa, Jesús
dijo a Nicodemo “Lo que es nacido de la
carne, carne es” Con esta expresión, Jesucristo no está dando a entender
que él no tiene esperanza alguna en la carne, ya que este cuerpo será mudado y seremos
revestidos de uno nuevo.
“Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los
muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si
no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el
grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como
él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.
No toda carne es la misma carne, sino que
una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los
peces, y otra la de las aves. Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales;
pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales.
Una es la gloria del sol, otra la gloria de
la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de
otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos.
Se siembra en corrupción, resucitará en
incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en
debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo
espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.
Así también está escrito: Fue hecho el
primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo
espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre
es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del
cielo. Cual el terrenal, tales también
los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como
hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
Pero esto digo, hermanos: que la carne y la
sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la
incorrupción. He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos
seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final
trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados
incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
Porque es necesaria que esto corruptible se
vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de
incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se
cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria” (1
Corintios 15:35-54).
Que
palabras más alentadoras, mientras toda nuestra vida, hemos colocado nuestra
esperanza en este cuerpo, en lo que por nosotros mismo podemos hacer, Dios
desde tiempo atrás perdió esa esperanza y nos ha dado una nueva esperanza, y es
la de ser revestidos de un nuevo ser incorruptible, eterno, celestial, glorioso,
conforme a la imagen del que lo creo. Es por esto que los sistemas religiosos
humanos no sirven para nada, porque pretende mejorar la apariencia de un cuerpo
que será a la larga mudada, destruida y reemplazada por uno de acuerdo a la
imagen de Cristo.
Mientras
llega la redención de la posesión adquirida, el Espíritu de Cristo mora en
nosotros y nos ha hecho una nueva creación, no una creación terrenal, si no una
celestial, una que está unida al Señor “Pero
el que se une al Señor un espíritu es con el” (1 Corintios 6:17).
“Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús,
el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y
redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor”
(1 Corintios 1:30-31). Hemos sido puestos en Cristo Jesús, y con él todos los
beneficios de su obra completa y perfecta en la Cruz; y como estamos en él
podemos disfrutar la realidad de 2 Corintios 5:17 “De modo que si alguno esta en Cristo, nueva criatura es: las cosas
viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
La
religión Cristiana no consiste en “reformar
al hombre” en “Mejorarlo” o en “Embellecerlo”. La religión que Cristo
vino a Impartir, consiste en generar de nuevo al hombre, en hacer morar dentro
de cada uno de nosotros su Espíritu, en empezar una transformación interior,
hasta llevarnos al conocimiento pleno, hasta la medida de la estatura de la
Plenitud de Cristo (Efesios 4:1-16).
“Pero el hombre natural no percibe las cosas
que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14).
Si al hombre natural no le es posible discernir las cosas del Espíritu ¿Cuanto
más le será imposible obedecer a ellas? Es por esta razón que él coloca dentro de
nosotros su Espíritu, para que andemos y coloquemos por obras las cosas que son
del Espíritu, es a través de su gracias que ahora podemos obedecer, porque él
ha venido a morar en nosotros y podemos decir como Pablo “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive
Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:10). La
vida Cristiana no consiste en tratar de ser como Cristo, lo cual para nuestras
capacidades es imposible, si no en dejar
que Cristo viva su vida a través de la mía.
Algunas consideraciones prácticas
Cuando
pensamos que no somos practicantes de alguna religión en particular, podemos
llegar a pensar que no somos religiosos. Como lo habíamos mencionado, la
religión es toda forma y manera en la que el hombre apoya su confianza para
acercarse a Dios.
Fácilmente
podemos adquirir practicas y hábitos, que nos hagan pensar que por la práctica
de los mismos, tengo más derecho de buscar a Dios, mas derecho de ser
bendecido, de manera muy sutil, pensamos que por tales prácticas, al igual que
por haber dejado de hacer una cierta cantidad de otras cosas, somos más
merecedores de las bendiciones y del favor divino.
Pensar
que porque oro a una hora determinada y con cierta frecuencia, porque sé
algunas cosas, me visto de alguna manera, hablo de otra, no voy a ciertos lugares,
no hago ciertas cosas, puede llegar a producir en mi corazón cierto nivel de orgullo y soberbia que me haga pensar que por este tipo de vida que estoy
llevando voy a ser mejor recibido en la presencia de Dios.
No
pretendemos decir que ciertas prácticas son malas, y no deben hacerse, solo que
a la luz de Dios, debo evaluar mi verdadera motivación para hacerlas, además de
evaluar si mi confianza para acercarme a Dios y relacionarme con él, esta
soportada en ellas, o descansa plenamente en la obra perfecta y acabada de
Cristo en la cruz y en su resurrección.
Orgullo
arrogancia, jactancia, altivez y soberbia, son todos sinónimos de un exceso de
confianza en uno mismo, en lo que se tiene, en lo que se hace, en lo que se
sabe, en lo que se logra, pero la Palabra de Dios es clara en cuanto a la
posición que Dios tiene respecto a este tipo de actitudes es clara: “Porque Jehová es excelso, y atiende al
humilde, mas al altivo mira de lejos” (Salmo138:6).
“La altivez de los ojos del hombre será
abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y Jehová solo será
exaltado en aquel día. Porque el día de
Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, sobre todo
enaltecido, y será abatido; sobre todos
los cedros del Líbano altos y erguidos, y sobre todas las encinas de
Basán; sobre todos los montes altos, y
sobre todos los collados elevados; sobre
toda torre alta, y sobre todo muro fuerte;
sobre todas las naves de Tarsis, y sobre todas las pinturas
preciadas. La altivez del hombre será
abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y solo Jehová será
exaltado en aquel día” (Isaías 2:11:17).
Toda
nuestra confianza y esperanza, deben reposa humildemente en el Señor, en su
misericordia que cada mañana es nueva, en su amor que es eterno, en su justicia
que es inmutable, en su Palabra que es verdadera y aunque cielo y tierra pase, ella
permanece para siempre. Mi descanso debe estar soportado en la persona de Cristo,
en su Sacrificio Santo, Inmaculado, Perfecto, en su resurrección gloriosa, en
el hecho de que ahora está sentado a la Diestra del Padre, en tanto todos sus
enemigos que también son los míos son puestos por estrado de sus Pies.
Debo
confiar plenamente en que así como le vieron subir a los cielos así mismo le
veremos venir en su Gloria, y mientras tanto, no nos ha dejado solos, nos ha
sellado con la presencia de su Santo Espíritu el cual nos habla de Cristo, nos
capacita, nos da dones y poder para que le seamos testigos hasta los confines
de la tierra.
Oramos confesando
que hemos practicado algún tipo de religión, la de las buenas obras, la de los
meritos personales, confesamos que hemos tenido exceso de confianza en nosotros
mismo, pedimos perdón y aceptamos que la Sangre de Cristo nos limpia de toda
nuestra maldad, pedimos a Dios que a
través del poder de su Santo Espíritu, y la acción purificadora de su Palabra,
haga morir en nosotros toda forma de religión, de soberbia, de autoconfianza, y
cada vez más el Fruto del Espíritu Santo en nosotros produzca un corazón
humilde y completamente confiado en la multiforme gracia de Dios.